martes, 29 de abril de 2014

Reflexión: El cuento del hacedor de bocadillos

 

Circula por internet un cuento sobre la crisis que, bajo diferentes versiones, nos ofrece la misma moraleja: no estemos hablando continuamente sobre la crisis pues es como una invitación al fracaso. Seamos optimistas pese a la situación intentando mentalizarnos positivamente en las tareas de nuestro radio de acción.
 
Érase una vez un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos. Todos los días a primera hora de la mañana llegaba hasta allí donde instalaba un puesto en el cual vendía bocadillos que él mismo horneaba.
Como padecía sordera y su vista no era muy buena, no leía la prensa ni veía la televisión pero eso si… vendía exquisitos bocadillos.
Meses después alquiló un terreno, levantó un gran letrero de colores y personalmente seguía pregonando su mercancía, gritando a todo pulmón: ¡Compre deliciosos bocadillos calientes! Y la gente compraba cada día más y más.
Aumentó la compra de materia prima, alquiló un terreno más grande y mejor ubicado y sus ventas se incrementaron día a día. Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió llamar a su hijo, un importante empresario de una gran ciudad, para que lo ayudara a llevar el negocio.
A la llamada del padre su hijo respondió: ¿Pero papá, no escuchas la radio, ni lees los periódicos, ni ves la televisión? Este país está atravesando una gran crisis, la situación es muy mala, no podría ser peor.
El padre pensó: ¡Mi hijo trabaja en una gran ciudad lee los periódicos y escucha la radio, tiene contactos importantes… debe saber de lo que habla!
Así que revisó sus costos, compró menos pan y disminuyó la compra de cada uno de los ingredientes, dejando de promocionar su producto. Su fama y sus ventas comenzaron a caer semana a semana.
Tiempo después desmontó el letrero y devolvió el terreno.
Aquella mañana llamó a su hijo y le dijo:
-¡Tenías mucha razón, verdaderamente estamos atravesando una gran crisis!


viernes, 25 de abril de 2014

Video / Reflexión

Una pausa para reflexionar con este video que circula por la red y que es una invitación a pensar en estos momentos de crisis.
 
 
 

martes, 22 de abril de 2014

Día del libro 2014

 
Mañana, 23 de abril, se conmemora el Día Internacional del Libro, eligiendo la Unesco para este año que la capital mundial del libro sea Port Harcourt (Nigeria). La lectura engrandece al ser humano y le posibilita además de viajar en el tiempo a lugares, situaciones y sensaciones poder entenderse a sí mismo a través de las palabras de otra persona.
         Leer nos culturaliza…doy fe de ello. Gracias a la lectura mi mundo infantil se agrandó, mejorando según iba avanzando en dicho menester y logrando que en mi madurez mi ortografía y mi gramática sean aceptables y que mi curiosidad sea innata por temas y personajes.
         Mis primeros escarceos fueron a través del cómic con los títulos del maestro Ibáñez que eran triturados por unos ojos de niño que leían y releían aquellas viñetas que daban color al ocio de tardes después de los deberes. Luego vendría el primer libro: “El misterio de las catedrales” de Fulcanelli que me iniciaba en toda la literatura del misterio y de lo oculto y así pasaba de la mística de las catedrales góticas a la ufología, o las desapariciones del Triángulo de las Bermudas. Creo que soy repetitivo en mis recuerdos con una entrada anterior en este mismo blog pero es que los recuerdos relacionados con el libro y la lectura están muy frescos en mi memoria.
         Posteriormente ya entraron en juego la poesía, la novela o el ensayo en todas sus variantes de temas porque como la buena música toda es bella si tiene algo que aportar y nos transmite con sus acordes; en este caso, con sus palabras, algún sentimiento y/o enseñanza. Recuerdo las ansías lectoras en noches de insomnio adivinando el final y apurando las páginas para llegar a la contraportada.
         Inmersos como estamos en la era digital quería hacer un guiño al mantenimiento del libro de papel frente al libro electrónico que quizás en un plano más académico puede tener su función pero que desde el punto de vista del placer de la lectura nunca podrá sustituir el disfrutar pasando a mano las páginas de un buen libro e interactuando con la obra mucho más allá de pasar el dedo por una pantalla táctil.
 
 
 



viernes, 11 de abril de 2014

Reflexionar con...José Luis Aranguren

 

Artículo de José Luis Aranguren
Publicado en El País, 17 de junio 1985
 
En estos tiempos de predominio, social y personal, de la comunicación audiovisual, parecería natural pensar que la lectura se ha quedado en comunicación pobre, (como de imprenta), libresca. ¿Es así? Importa poner de relieve que no. Y veamos por qué. Para empezar por lo social e histórico, la lectura, aunque ya no nos lo parezca así a los largamente habituados a ella, es siempre una interpretación de signos, es un ejercicio de desciframiento. Ver es un acto natural (o por lo menos, nos lo parece, digamos que es relativamente natural). Leer es un acto cultural.
 
La cultura en tanto que histórica empieza a partir de de documentos escritos: lo anterior es prehistoria. Si desde el fondo de los siglos podemos escuchar unas palabras y saber lo que pensaban nuestros lejanos antecesores, no es ciertamente porque oigamos sus voces, sino porque podemos leer lo que ellos pensaron y escribieron.
      Casi todo lo que hemos aprendido de los muchos hombres que nos precedieron y que nunca vimos lo hemos aprendido leyendo sus escritos. Cultura no es sólo escritura y lectura, pero es, sobre todo, escritura y lectura.
 
La importancia personal de la lectura apenas es menor que la social. Con mis contemporáneos me puedo comunicar oralmente, pero necesito conocer su lengua. Ahora bien, la lengua hablada no es plenamente poseída si no se la sabe escribir y leer. Más aún: lo que nos decimos verbalmente unos y otros pertenece, por lo general, a la vida cotidiana, y no nos saca de ella, no amplía nuestro horizonte intelectual y vital.
 
Se dirá que esta ampliación, más allá de la cotidianidad, nos la da el teatro y, ahora, el cine y la televisión. Pero me pregunto: ¿es lo mismo ver una telenovela o un filme que leer una novela? La lectura demanda nuestra colaboración, somos nosotros mismos quienes tenemos que imaginar lo que el libro dice, verlo imaginariamente. La lectura es un acto creativo por el cual nos convertimos en los escenaristas, decoradores, montadores de la obra en nuestro teatro interior, el de la imaginación.
 
La lectura nos fuerza a la representación de lo leído. Y de ahí que la novela que, por haberla leído ya, llevamos con nosotros representada, es frecuente que nos decepcione cuando la vemos llevada al cine. ¿Por qué? Porque allí está vista y presentada con otros ojos, no con los nuestros; porque nosotros no la imaginábamos así. En suma, porque ya no es tan nuestra como lo era representada en nuestra imaginación.
          Sí, toda lectura es re-creadora o co-creadora, un acto de creación. (Probablemente, como insinuaba al principio, también entre paréntesis, toda audición y visión son, asimismo, re-creadoras, pero en menor grado: la distancia entre lo oído o lo visto y nuestra percepción es muchísimo menor que la existente entre la crítica literaria actual, consciente de la unidad -y la variedad- de la estructura libro-lector.) Sí, queridos lectores; lo que vosotros hacéis es, también, una tarea creativa.

miércoles, 9 de abril de 2014

La mejor red social...

 

Leía con asombro en la prensa días atrás como un menor se inventaba un supuesto intento de secuestro para poder llamar la atención de su madre, la cual, no le prestaba demasiada atención a cuenta de estar más tiempo del debido chateando con el móvil y no establecer una adecuada relación de prioridades.
Las nuevas tecnologías nos han traído una mejora sustancial en las comunicaciones humanas con un abanico de redes sociales donde zambullirnos para descubrir, compartir, navegar y chatear pero todo ello hay que contextualizarlo en nuestras vidas particulares e integrarlo de una forma eficiente y efectiva que no repercuta negativamente ni en nosotros mismos ni en el contexto humano que nos rodea.
Ya no nos extraña observar un grupo de personas ensimismadas todas a un tiempo en su móvil o tableta, lo cual puede ser obviado entendiendo que son desconocidos entre sí pero el peligro acecha cuando la situación se da en circunstancias amigables: una comida entre amigos, la casa y la familia…
Deberíamos reflexionar sobre la influencia de las redes sociales de la mano de las nuevas tecnologías en nuestra vida. Aprovechemos lo que podamos de ellas, que es mucho y bueno, pero sin olvidar las cosas verdaderamente importantes.


jueves, 3 de abril de 2014

Reflexionar con...Charles Baudelaire

 
 
Cada cual, con su quimera
 
Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados.
Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana.
Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía, por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos.
Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole adónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar.
Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubiérase dicho que lo consideraban como parte de sí mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; bajo la capa esplenética del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de los condenados a esperar siempre.
Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano.
Me obstiné unos instantes en querer penetrar el misterio; mas pronto la irresistible indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedó más profundamente agobiado que los otros con sus abrumadoras quimeras.