Transcurre este mes de enero todavía con los coletazos de las fiestas, agotando las botellas de champán que no se abrieron y los dulces navideños que quedaron al fondo de la despensa. La gente es que no para; las rebajas llenan los centros comerciales mientras la música del carnaval ya se escucha de fondo.
Este resfriado que me acompaña desde principios de año mezclado con la alergia no ha sido la mejor opción. Con esta tesitura he aprovechado para las lecturas atrasadas y ver cine en casa, que ha sido mi mejor plan en estos días. Ha sido una semana complicada donde levantarse a trabajar cada día no era la mejor idea, menos mal que una visita a urgencias y el buen hacer de una bella doctora hizo el milagro de una acelerada recuperación, eso sí a base de pincharme un cóctel molotov de medicamentos y una buena dosis de oxígeno en botella.
La salud es un aspecto primordial de nuestra existencia. Cuando tu mente te conmina a dar un paso y tu cuerpo no te responde, es una situación del todo patética. Además el humor se resquebraja y los ánimos decaen. Pero no hay mal que cien años dure, así que voy mejorando y ya los ataques de tos no son tan fuertes y frecuentes, vuelvo a estar activo y con ganas, la fiebre ha decrecido y mi mente y mi cuerpo parecen estar en mejor armonía.
Ahora toca volver a la realidad de la cuesta de enero, que parece más empinada que otros años, o eso dicen. Mi relatividad de las cosas no me hace apreciar las diferencias. 2012 es el año que tenemos que vivir por trescientos sesenta y cinco días, así que por lo menos vivámoslo con la mejor de las actitudes, disfrutemos del momento y a ser posible mejor celebrarlo en compañía si la hubiere, porque peor sería no tener salud para hacerlo .
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