jueves, 4 de diciembre de 2014

Oir, escuchar, actuar

 
Todos oímos pero no siempre escuchamos. Todos oyen pero no siempre escuchan. Oír no es lo mismo que escuchar. Oímos cuando el sonido llega de forma fehaciente a través de nuestro oído y escuchamos cuando el contenido y mensaje de ese sonido es comprendido por nuestro cerebro. En este último caso, tras la escucha y recepción mental del mensaje interviene el libre albedrío y, en consecuencia, podemos optar por diversificar nuestra respuesta en relación al mismo.
Oír, escuchar, actuar. Una trilogía con múltiples variables. Oír sin escuchar y menos actuar. Oír, escuchar pero no actuar en consecuencia... Es un clásico de la política que oye al pueblo a través de la opinión de la calle y de los medios de comunicación y no escucha directamente o bien escucha pero no actúa en consecuencia respondiendo al mensaje enviado. Nos pasa igualmente en las relaciones personales donde los verbos interactúan pero la gente no se entiende como en un diálogo de sordos donde la estructura clásica de emisor y receptor no funciona porque los esquemas mentales de la comunicación no van acorde con la estructura fisiológica de ésta a través del sentido del oído.
Si alguien nos habla, oímos pero no siempre nuestro interlocutor es merecedor de nuestra escucha activa - ahora que las tecnologías están en boga mención especial a los móviles y su uso en medio de una conversación - por parte nuestra lo que implica que el mensaje no es totalmente transparente y que el oyente es consciente de nuestra falta de atención por lo que posteriormente tanto nuestra actuación como la percepción de la misma no tenderá a estándares de eficacia y eficiencia respecto a un resultado final.
Quizás si oímos, escuchamos lo oído y actuamos en consecuencia nos iría mejor en todos los órdenes de la vida.


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