Esta
es la semana clave para que las entidades locales tengan medianamente claro
quiénes serán los gestores de su acción de gobierno para el horizonte virtual
de los próximos cuatro años y para ello ha tenido que ser el acuerdo y el
consenso quien medie en tal decisión en estos días aunque a la luz pública lo
que lee en la prensa se le parece más al clásico intercambio de cromos.
Ahora bien,
me temo que la autonomía local ha quedado en entredicho en la mayoría de los
casos si como parece socialistas y nacionalistas quieren que la zona ajardinada
de su chalet regional sea lo más amplia posible.
No sé si
han escuchado alguna vez el estruendo atronador del agua cuando tras las
lluvias baja barranco abajo llevándose a su paso lo que encuentra por delante y
desembocando en la marea después de sortear pequeñas barranqueras. Es un sonido
bronco que asusta y más cuando ves esa masa de agua marrón que parece tragar
todo y que tras unos días se convierte en un sendero de agua serena cuyo caudal
se va agotando lentamente provocando en los curiosos la sensación extraña de
ríos en estas ínsulas donde sólo tenemos barrancos.
No creo que
haya en Canarias cascada alguna en proporción al pacto que se pretende. Quizás
esa cascada que aventuran pueda convertirse en un caudal de lodo y piedras
arrastradas por esas primeras aguas de lluvia por nuestros barrancos haciendo
un ruido que asusta.
Desde luego
que pensar una misma solución para dos administraciones tan diferentes es tener
como objetivo prioridades más propias de la serie “juego de tronos” que las que
deben marcar el bienestar ciudadano, meta ésta última mucho más próxima en los
ayuntamientos donde la cercanía al vecino es mayor y la interrelación entre organizaciones
políticas y quienes la forman también.
Si el
cambio que se pretende es que todo se quede como está de arriba hacia abajo
pues entonces no cuenten conmigo, ni ahora ni en noviembre…dicho queda.
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