Me contaron hace un tiempo una historia muy estúpida, sombría y
conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le
dan el número 35. Al bajar, minutos después, deja la llave en la administración
y dice:
–Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez
que regrese le diré mi nombre: el señor Delouit, y entonces usted me repetirá
el número de mi habitación.
–Muy bien, señor.
A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina:
–El señor Delouit.
–Es el número 35.
–Gracias.
Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje
cubierto de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano entra en la
administración del hotel y dice al empleado:
–El señor Delouit.
–¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de
subir.
–Perdón, soy yo… Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hacerme el favor de
decirme el número de mi habitación?
André Breton
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