Aunque ahora, parte de la comunidad científica pone en entredicho la teoría de la relatividad de Einstein, yo creo que está más en alza que nunca. La realidad se tiñe de relativismo en todos los órdenes de la vida. Toda afirmación admite un “depende” o un “pero”. La sociedad, en general, está inmersa en una nebulosa relativa donde los conceptos son del todo subjetivos a merced de las circunstancias.
Aprovechándose de la coyuntura económica desfavorable, también denominada crisis, lo relativo se adueña de todos los rincones del estado del bienestar. Lo curioso es que no nos rebelamos ante ello, estamos como adormecidos y nos dejamos llevar por ese sopor de la resignación. Al final va a ser cierta la doctrina del shock que ya se expuso en este blog.
La vida como concepto material y temporal es relativa en sí misma, a tenor de algunas creencias religiosas. Nuestros actos son relativos; una misma acción puede ser positiva o negativa dependiendo de las circunstancias.
Cuando relativizamos nuestro contexto vital las sensaciones y sentimientos de marcado acento negativo se suavizan y pierden importancia mientras que, por el contrario, los aspectos positivos se agrandan y acentúan para mostrar todo su valor.
Partiendo de la relatividad de nuestra existencia no está de más disfrutar más de las personas que tenemos a nuestro lado y de las cosas que nos hace más felices. No esperemos a encontrarnos en situaciones límites como el protagonista del video, superviviente del aterrizaje de emergencia que efectuó un avión en el río Hudson (EE.UU.) para valorar más nuestra propia vida, incluso en su relatividad.