Quería hacer tantas cosas en estas fiestas navideñas y
todo al carajo por culpa de los dichosos mayas que han venido a aguarnos la
fiesta, nunca mejor dicho. Todos los deseos y objetivos del próximo año
quedarán aparcados para siempre en la memoria histórica. Y es que los humanos
no somos planificadores, vivimos al día y así nos va. Al
igual que la crisis económica nos vino de lleno, sin apenas tiempo para
planificar su llegada y para paliar sus efectos, lo mismo nos ha pasado con el
fin del mundo; y eso que es una profecía de muchos años atrás y que las redes
sociales y medios de comunicación se han encargado de publicitar hasta la
saciedad.
Esa manía nuestra de vivir al límite, siempre cerca
del precipicio y con la adrenalina a tope. Al menos los españoles, tenemos la
suerte de que estamos acostumbrados en los últimos tiempos a las emociones
fuertes con lo que nos enfrentamos con mayor sosiego y cotidianeidad a este fin
anunciado.
No aprendemos. En vez de prepararnos para el final,
celebrando, por ejemplo, la navidad en esta noche para amanecer todos en
familia el día 21 de diciembre cantando villancicos y recordando navidades
pasadas, nada; a gastar en regalos y cenas para días posteriores que quedarán
en el olvido de la hecatombe.
Estamos en manos del destino…así que toca esperar a
ver si, como en la película de James Bond, “Mañana será otro día”. Al menos hay
una esperanza. Si hemos sobrevivido a un año con Rajoy y sus reformas y
recortes, quizás tengamos una oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario