Estuve el otro día en Infecar, visitando la Feria de
Artesanía que por estas fechas se instala en el recinto ferial y disfrutando de
la maravillosa artesanía que tenemos en Canarias y como se ha ido abriendo ésta
al diseño tanto en moda como en complementos, marroquinería, joyería y
decoración. Más de cien stands muy bien presentados y con un abanico extenso
para el regalo propio de estas fechas con toques originales y precios
competitivos.
No obstante, me llamó la atención encontrarnos en
nuestro camino de un pabellón a otro a una procesión de personajes que a modo
de "santa compaña" de día caminaban entre el tumulto de gente
enredados en sus diálogos internos como si salieran de otra dimensión. Era una
veintena de personas con guardia de seguridad incluida que caminaban entre la
multitud sin mirar a la gente que encontraba a su paso, que terminado su
autobombo publicitario en la inauguración de la feria y después de repartir
sonrisas forzadas y admiraciones protocolarias por los stands se dirigían a la
salida haciendo caso obvio a toda esas personas que tenían que apartarse para
su formal puesta en escena.
Era un ejemplo práctico y viviente de la desoladora
separación entre la política y los políticos y la sociedad que los ha puesto en
ese lugar. Los observábamos dese una atalaya privilegiada como algunos se
mostraban enfrascados en conversaciones entre ellos mientras otros estaban
fuera de lugar y sólo seguían a la manada. y me preguntaba si era necesario el
guardia de seguridad pretoriano que les acompañaba. Acaso era un símbolo del
distanciamiento y la separación o sólo el guía que les mostraba el camino,
aunque para eso ya estaba el presidente del recinto ferial, rescatado de las
mazmorras de la política.
Mientras, la gente seguía a lo suyo: admirando los
stands, viendo el teatro costumbrista de calle de un grupo maravilloso de la
tercera edad en el patio de entrada o disfrutando del tibio calor de la mañana,
eso sí, profiriendo algunos comentarios entre jocosos e indignados que no voy a
reproducir.
Llevamos ya un tiempo en que la
clase política está alejada de la realidad: recortes y reformas hacia abajo sin
que las prebendas de arriba se recorten por igual, futuros diferentes en
función del puesto, discusiones y peleas teóricas cuando en lo esencial no se
ponen de acuerdo…y así hasta el infinito. Pensemos que esa misma hilera de personas que
ahora van a lo suyo, cuando las urnas nos reclame de nuevo, harán el mismo paseíllo
pero abordando nuestra intimidad con sus sonrisas de hojalata, sus manos
manchadas de culpa y sus miradas que esconden intenciones.
El tiempo pasa y no hay reacción y
me temo que cuando lo hagan será demasiado tarde; el trayecto entre ellos y
nosotros será muy grande para ser caminado y no seremos los ciudadanos los que
tengamos que avanzar hacia el encuentro.
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