Ha llegado el otoño con este veranillo de San Miguel
escondido entre nubes que nos hace sufrir esta sofocante sensación de calor sin
sol de por medio. Se agradecería la lluvia que empape de nuevo esta tierra
canaria para tapizar de otoño nuestras medianías y poder disfrutarlas en todo
su esplendor, pero sólo han llegado esas cuatro gotas que te empapan si estás
mucho tiempo sin guarecerte pero que sólo ayudan a aumentar la calufa húmeda en
el ambiente.
Se interna octubre en el calendario con el tiempo en
transición hacia un cambio de horario y con la amenaza en el horizonte que nos
quiten a los canarios nuestra idiosincrasia de “una hora menos” tal como está
estudiando el Congreso siguiendo las pautas de una comisión de entendidos
(cobrando por ello supongo).
Tiempo de revueltas en esta estación que nos acerca a la
navidad donde a pesar de las mareas humanas: de la blanca a la verde…la gente
está cada vez más apática, trata simplemente de sobrevivir; al menos, es lo que
percibo en los entornos inmediatos que observo.
Es como una calma tensa que todo lo invade y en cuyo interior
anida cientos de martirios personales y tragedias colectivas, sin nombres para
el papel cuché porque tienen lugar en la intimidad de hogares anónimos. Es la
culminación de la la doctrina del shock en su esplendor.
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