Se miró al espejo…
escrutándose en cada parte de su cuerpo, en cada mueca. No se reconocía por más
que pusiera empeño en recordar lo que era, o lo que quería ser. Le costaba
hasta reconocer su nombre en otros labios que no fueran los suyos.
El paso de los años
había tejido una telaraña a su alrededor que envolvía suave y fuerte a la vez
cualquier intento de traspasarla como una frontera invisible que la separaba del
exterior. Sus palabras eran un torrente eterno que solo disimulaban sus propios
silencios. Se reconocía en sus errores pero poco hacía para cambiar su actitud
de vida, quizás por la inercia de años.
Era el momento del
cambio…lo sabía, pero justamente eso le impedía dar ese primer paso que
llevaría a un camino sin retorno, donde la aventura es la única brújula que
marque su destino.
Miró de nuevo al
espejo y se reconoció al mirarse a los ojos porque sólo ella sabía lo que
escondía tras sus pupilas.
De repente, en un
acto instintivo, se descalzó y el tacón de su zapato rojo le sirvió para de un
golpe seco romper en pedazos un cristal que expandió sus reflejos y sus miedos
por toda la habitación.
Y entonces supo que
ese era el primer paso.
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