Mañana, 24 de octubre, se conmemora el Día
Internacional de las Bibliotecas. Una cita con la lectura y con los templos del
conocimiento que éstas representan. Los recuerdos de mi infancia y adolescencia
están bastante ligados a las bibliotecas donde podía desarrollar mi imaginación
a través de los tebeos en la sala infantil primero para ir escalando posiciones
en las materias del saber y poder irrumpir en las salas principales que se
abrían ante mí como parque de atracciones mental.
Las
bibliotecas públicas, esas que ahora ven como los recortes de un Gobierno
inculto imposibilitan nuevas adquisiciones y disminuyen su oferta a los
usuarios, fueron siempre una referencia
para la lectura y el aprendizaje. Recuerdo con cariño los
momentos y vicisitudes de mis excursiones por las bibliotecas públicas de Las
Palmas de Gran Canaria (cuando estaba cerca del Obelisco) y Telde en la actual
Casa Museo León y Castillo.
Con
el paso del tiempo vas teniendo tu propia biblioteca con tu sello e impronta
personal en cuanto al gusto por las diferentes temáticas y donde cada libro
tiene su propia historia. Los libros tienen alma y te provocan sentimientos;
que me lo digan a mí cuando tuve que dejar bastantes de ellos tras mi divorcio.
Mañana
es un buen día para que descubramos o redescubramos de nuevo las bibliotecas y
las apoyemos en estos momentos de incertidumbre con los recortes en el
horizonte. Quizás algún día tendrán la importancia que merecen. Quizás el día
en que los padres hagan socios a sus hijos en la Biblioteca Pública antes o, al
menos, igual que lo hacen en sus equipos de fútbol.
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