Ayer hacía frío con un tiempo que
invitaba a estar en el calor del hogar, era lunes con toda la semana por
delante y la cuesta de enero más pendiente que nunca; las navidades son un eco
lejano y de las que nos acordamos cuando recibimos las facturas de la tarjeta
que usamos en esas fechas; la nómina, quien tenga la fortuna de tener trabajo,
todavía no toca a la puerta y los propósitos del nuevo año permanecen en la
incertidumbre entre la voluntad y la pereza.
Pero ninguno de
estos factores incidieron en la fórmula matemática que allá por 2005 creó la
industria publicitaria con el nombre de “blue Monday” (blue: azul, por estar
asociado ese color a la tristeza) para que me sintiera triste a tenor de los
elementos que se conjugan en este tercer lunes de enero. Me niego a estar
triste cuando así lo decida una formulación.
La publicidad entra de lleno en
nuestras vidas para marcarnos el paso y decidir previamente antes que nosotros
mismos sobre nuestros hábitos de vida: alimentación, salud, moda, ocio…e
incluso nuestro estado de ánimo.
Publicidad y Política están muy
relacionadas en un mundo global porque no me negarán que los políticos de turno
nos marca lo que comemos o podemos comer en función de factores como el paro o
los recortes salariales haciendo que la nevera sólo acepte marcas blancas y una
alimentación básica que se ríe de la ideal pirámide alimentaria y la dieta
mediterránea; la ropa se hereda entre hermanos y primos y salimos al rescate de
aquellas prendas escondidas en el fondo del armario para sortear una crisis que
nos lleva a reinventar la moda y hacerla nuestra mientras nuestro ocio está en
función de los ceros que tenga nuestra cuenta bancaria.
La política con su acción de gobierno
nos marca también el paso de nuestra vida pero sin capacidad de decisión por
nuestra parte como sí ocurre con la publicidad y además nos determina nuestro
estado de ánimo.
Ahora que lo pienso…el azul del “blue
monday” también está relacionado con la política actual. Igual llevamos tiempo con un día de tristeza
demasiado largo que sólo una cita electoral podrá cambiar.
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