El escenario político en
España de cara a las elecciones autonómicas del próximo 24 de mayo es realmente interesante puesto que se abre el abanico
de posibilidades de gobernación en las Administraciones Locales y Autonómicas
en función de una realidad donde primarán los pactos como consecuencia del
adiós de las mayorías absolutas tal como parece predecir las encuestas con
empates técnicos entre dos o más fuerzas.
Derecha e izquierda respecto
al centro ideológico ya no es una opción. A las organizaciones de referencia le
salen retoños que buscan protagonismo. Un PP
desarmado por el síndrome Hubris que lucha contra sus demonios internos y
contra la rebelión social, respuesta de su propia política frente a un PSOE, no exento de los mismos demonios
que habitan en todas las organizaciones, que siempre ha sido el único adalid de
la oposición útil y la alternativa, y que ahora no ha sabido mantener su
liderazgo natural ante partidos nuevos que se cuelan como Podemos y Ciudadanos que
le roba el descontento social y el protagonismo mediático pese a su ambigüedad
y cierta utopía práctica.
IU y UPyD bastante tienen con sortear las
circunstancias entre la pérdida de identidad y el suicidio político. Es curioso
como la identidad del votante progresista puede tener cabida en diferentes
partidos diferenciándose en los matices e igualmente ocurre por el ala derecha
de las posiciones ideológicas. De ahí los trasvases entre organizaciones.
Así `pues, la noche
electoral se presenta emocionante, ideal para compartir con los amigos frente
al televisor y observando y haciendo cuentas con el recuento de concejales y
escaños, como en los mejores finales frente a la tele en el festival de
Eurovisión.
Al final me quedo con lo
positivo que según parece se va a dar en esta cita electoral y presumiblemente
con más fuerza si cabe en las elecciones generales. Me refiero a la potenciación de la política de pactos y el
reforzamiento del consenso como
motor de gestión y forma natural de entendimiento entre los partidos políticos.
Las mayorías absolutas no son buenas y el fin del bipartidismo abre nuevas
vías, nuevos escenarios y nuevas formas en la política y eso siempre es de
agradecer.
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