Porque tus ojos son bellos, porque la luz de la aurora sube al Oriente desde ellos, y el mundo su lumbre dora.
Porque tus ojos son bellos, porque la luz de la aurora sube al Oriente desde ellos, y el mundo su lumbre dora.
Nunca supe hacia donde va el tiempo
ese tiempo que hice entre mis manos y se marcha
libre como un ánade silvestre
como el agua de un río desconocido.
Curiosas campanas denuncian su paso
y en la noche los astros intensos alumbran
del corazón la fiesta en lugares ignotos.
Nunca supe hacia donde va el tiempo
si conozco mares, llanos o montañas
donde sus alas se pliegan.
Pero un día será posible que encuentre en mi camino
un cerezo de flores perennes que descansa en el espejo
(de una nube.
Tan cerca estaré entonces como ahora tan lejos
de una mano que el tiempo dejó entre mis manos.
(Rafael Arozarena)
Todas las buenas maneras tienen que comenzar compartiendo alguna cosa con sencillez. Dos hombres tienen que compartir un paraguas; si no tienes un paraguas, tendrán por lo menos que compartir la lluvia, con todas sus ricas posibilidades de humor y de filosofía.
Mis amigos
Escojo mis amigos no por la piel u otro arquetipo cualquiera, y sí por la pupila.
Tiene que tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante.
A mi no me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábitos.
Me quedo con aquellos que hacen de mí un loco y un santo.
De ellos no quiero respuesta, quiero mi opuesto.
Que me traigan dudas y angustias y aguanten lo peor que hay en mí. Para eso, sigo siendo loco.
Los quiero santos, para que no duden de las diferencias y pidan perdón por las injusticias.
Escojo mis amigos por la cara lavada y por el alma expuesta.
No quiero solo el hombro o el regazo, quiero también la mayor de sus alegrías.
Amigo que no ríe con uno, no sabe sufrir con uno.
Mis amigos son todos así: mitad estupidez, mitad seriedad.
No quiero risas previsibles ni llantos piadosos.
Quiero amigos serios, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero luchan para que la fantasía no desaparezca.
No quiero amigos adultos ni aburridos. Los quiero mitad infancia y otra mitad vejez.
Niños, para que no olviden el valor del viento en el rostro y viejos, para que nunca tengan prisa.
Tengo amigos para saber quién soy yo.
Pues viéndolos locos y santos, bobos y serios, niños y viejos, nunca me olvidaré de que normalidad es una ilusión imbécil y estéril.