YA NO VOY A OCUPARME
de la flor del ciruelo,
de la lluvia que cae en el jardín,
de las hojas de jade que palpitan
en el agua de jade.
Me quedo con la impávida ventura
de la taza de té,
con la fresca humedad
de la camelia dibujada.
Ayer es un ciruelo lancinante,
una lluvia que cala el corazón,
un deslumbramiento de jade
que fluye, irreparable,
por el río de jade.
Me vuelvo hacia las formas impasibles
de las flores antiguas del papel,
al amor temperado del laúd,
a la rama de incienso de los clásicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario