¡Si en la historia no hubiera más que batallas, si sus únicos actores
fueran las celebridades personales, cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso
de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno. En ella nada
es indigno de la narración, así como en la Naturaleza no es menos digno de
estudio el olvidado insecto que la inconmensurable arquitectura de los mundos.
Los libros que forman la capa papirácea de este siglo, como dijo un sabio, nos
vuelven locos con su mucho hablar acerca de los grandes hombres, de si hicieron
esto o lo otro, o dijeron tal o cual cosa. Sabemos por ellos las acciones
culminantes, que siempre son batallas, carnicerías horrendas, o empalagosos
cuentos de reyes y dinastías, que preocupan al mundo con sus riñas o con sus
casamientos; y entretanto la vida interna permanece oscura, olvidada,
sepultada.
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