La pandemia nos ha situado en la polarización absoluta donde no caben los grises intermedios, tanto en la escena política como en la social con los peligros y las circunstancias que ello conlleva. Así pues se acabó el debate puesto que en un marco polarizado no tiene sentido de existencia y no puede sobrevivir puesto que el debate invita a mostrar nuestras opiniones y argumentos con el fin de ponerlos sobre la mesa de la discusión bien entendida y sin pretender convencer al otro y en el fragor del debate es muy posible que las posiciones se suavicen ante los matices que la otra parte pueda aportar y que hacemos nuestros por propio convencimiento.
La polarización y el debate son como el agua y el aceite, se repelen. Esta es la tesitura política en que nos encontramos y que tiene su reflejo en la sociedad. No soy optimista ante la evolución de estos dos marcadores de las relaciones humanas. Me encanta el debate pero ya sólo lo practico con gente de confianza que no quiera llevarme al terreno del enfrentamiento polarizado y sólo quede en la exposición de ideas diferentes que si lo analizamos bien nos daremos cuenta que muchísimas veces son hasta complementarias entre sí.
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