Mientras la prima de riesgo se dispara hacia las nubes y la bolsa cae a los infiernos, los fuegos de nuestros montes es la metáfora visual del estado de esta España que si antes estaba en niveles de preocupación, ahora ya se halla desmantelada por una estirpe política que anda sin rumbo y sin brújula.
He dicho y mantengo que las políticas estatales ya no son la guía de nuestros destinos. Son los mercados financieros (ese ente abstracto) quienes toman las decisiones económicas que rigen nuestras vidas y quienes controlan la vida diario que marcan nuestro camino económico global y cercano. Si hasta el PSOE se encuentra a gusto en la oposición, sabiendo que tendría que someterse a la misma dictadura en caso de estar en el Gobierno; cierto que seguramente decidiría recortar en partidas que el PP ni se cuestiona, pero habría recortes como sacrificio al dios capitalista. La situación como está ahora nos supera y ya puestos que se haga efectivo el rescate total a lo que queda de España, ese que en la práctica parece instalado en nuestra cotidianidad.
Quedan muchos consejos de ministros por sufrir, ruedas de prensa anunciadoras de recortes varios, cambios de escenarios económicos drásticos…el euro no es inamovible, la peseta nunca ha dicho adiós del todo, Europa es una familia mal avenida en navidad, los buitres carroñeros de la especulación sobrevuelan el mediterráneo. Con toda esta parafernalia todo está por decidir, no sabemos qué nos vamos a encontrar al día siguiente y eso produce desazón. La duda es la antesala del miedo. Existe mucha incertidumbre que nadie ni nada puede saldar con la razón o el compromiso. El miedo es libre y campa a sus anchas en nuestra rutina. Las movilizaciones últimas son la válvula de escape a la presión global de la sociedad pero no augura cambios en las políticas ni soluciones a corto y medio plazo.
El panorama es sombrío, pero no por ello voy a estar negativo en mis planteamientos. La actitud positiva debe prevalecer ante las adversidades, buscar salidas individuales en base a situaciones individuales y confiar en la buenaventura de los parches conjuntos de los políticos de España y el resto del panorama internacional. Mucho me temo que igual que la naturaleza se encarga, tras la desolación de un incendio, de volver a restablecer con el tiempo el paraje a su visión natural, también la economía volverá a instaurar, después de un ciclo que ahora nos toca sufrir, otro modelo regenerado de las relaciones económicas.
Nada es eterno. Nada será igual que antes. El estado del bienestar tal como lo concebíamos no existió nunca, fue un espejismo, ni existirá jamás porque partió de premisas falsas e inconsistentes. Aún así es posible volver a la senda del bienestar con una regeneración de valores que deben partir del individualismo para acercarse así a la sociedad global y para ello se hace necesaria una profunda reflexión en las próximas elecciones, por ejemplo. Debemos aprender a exigir en los foros de nuestro horizonte más cercano en función de estos nuevos valores.
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