Ahora que terminó la Navidad y sus efectos
tranquilizantes sobre el personal y que todavía los ecos del Carnaval no suenan
a rebato, es hora de reflexionar sobre la situación económica de esta España
nuestra, aunque cada vez menos por obra y gracia del Sr. Rajoy que puestos a
meter tijeras ha recortado hasta nuestra identidad nacional. La gente tiene ya
bastante trabajo con poner la mejor cara a las situaciones personales y
familiares en un contexto de crisis como para identificarse con esta caricatura
de país desarrollado donde las necesidades básicas del estado del bienestar nos
cuestan dinero con la excusa de la crisis.
Los recortes seguirán
conjugándose contra la sociedad más débil en este año, mientras leemos y
releemos nuestro propio manual de supervivencia. Al final del camino nos
encontraremos con la clase política que ayudó, no a salvarnos de una situación
difícil o a ayudarnos a sobrellevar esta carga, sino a ahogarnos más todavía
con impuestos, recortes y rebajas por doquier como si con ello la solución
fuera a salir airosa; si hasta el Fondo Monetario Internacional dice ahora que
la austeridad a través de los recortes no era la solución. Ser político para
esto.
España se devalúa dentro y fuera de nuestras fronteras
y el recorte del sentimiento patriótico es aprovechado por los intereses
nacionalistas para pescar en río revuelto. España existe por inercia, por el
sacrificio de millones de españoles que superviven como pueden en la aventura
diaria.
Me preguntaba un amigo el otro día: ¿qué políticos pedirán
el voto en las próximas elecciones? ¿Quiénes se atreverán a tanto? La respuesta
es compleja. Me pregunto yo: ¿tendremos tan poca memoria? La próxima cita
electoral se presenta apasionante y no por las elecciones.
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