Se acaba este frío mes de enero con su cuesta tradicional, aunque este
año más dura a cuenta de la famosa EPA y los datos que arroja a la cara de los
políticos para su propia vergüenza. No acabarán con mi esperanza en una mejoría
en este primer mes del año y no porque confíe en el solucionario planteado por
el partido en el Gobierno, ni tampoco por las soluciones de los partidos en la
oposición. En el primer caso por razones obvias de falta de competencia y en el
segundo porque, en el mejor de los casos, no se pueden ofrecer soluciones ahora
que no se llevaron a la práctica antes y más cuando la aritmética de la mayoría
parlamentaria las hace inviables en su aprobación. Así que, entre el quiero y
no puedo, pasan los días del curso parlamentario hasta las vacaciones de
verano.
Llegarán lentamente los brotes positivos, independientemente del color,
por la propia inercia de la economía y los mercados, los cuales no funcionan, como así
se ha demostrado, en base a las directrices de los gobiernos y sus políticas.
Hace tiempo que los estados no controlan sus propias economías y han dejado en
manos de la macroeconomía global los intereses de sus conciudadanos y el
ejemplo más claro es esta Europa nuestra que todavía se debate en su propia
génesis.
El pueblo está hastiado, pero no tanto como para reventar en una
revolución social que conlleve un cambio drástico de la política. Si se quiere motivar a la ciudadanía sería suficiente con
eliminar la liga de fútbol una temporada al menos, ya verán qué pronto se
llenan las calles de manifestantes.
Pero ahora es Carnaval y toca relajarse…que ya nos pondrán de los
nervios otra vez estos políticos mediocres con su Carnaval político.
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