Este día de fiesta es el epílogo de unas fiestas navideñas
marcadas por los recortes económicos y las alegrías emocionales. Hoy he terminado de quitar los adornos que
decoraban la casa, el árbol de navidad, las figuras del belén y los confetis
que se escondían en las esquinas. La rutina se traga los restos de lo que fue
una fiesta de aproximadamente quince días y que cubrió de serpentinas,
emociones, jolgorio y alegría el final de un año no apto para el recuerdo y el
inicio de otro que lleva la esperanza escondida en su seno. El 2013 será nuestro, ponía en mi twitter (@aurelioramas) y
así lo creo, porque nosotros lo valemos y además no los merecemos. Pongamos de
nuestra parte para que este año sea lo que queramos que sea, según nuestros
deseos y circunstancias particulares, a pesar de la generalidad que nos rodea.
Me he marcado unos objetivos anuales en lo económico y en lo
personal, en lo material y en lo emocional porque con unas metas claras y
definidas el camino se hace más transitable. Quiero vivir el presente, sentir
la vida a través de la gente que quiero, rendir pleitesía a los sentimientos verdaderos
que nacen del corazón, cerrar las
puertas a la negatividad exterior, acompañar a los amigos en los caminos
personales, cultivar el espíritu con las artes de la lectura y la música,
reencontrarme con el niño interior que siempre me ha acompañado, jugar con la
ilusión y la esperanza a un corro sin fin, merodear por las calles de la
aventura, adentrarme en los laberintos de la pasión…
Quiero que el espíritu de la Navidad que se fue permanezca
durante todo el 2013 para disfrute propio y ajeno. Quiero tener esperanza
aunque la realidad se empeñe en impedírmelo. Quiero vivir con todo lo que ello
conlleva si queremos una mínima calidad en el desarrollo de ese verbo.
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