Venía el otro día por
la autopista dirección sur hacia Telde cuando yendo a poco más de la velocidad
permitida en la vía un furgón con anagramas y logos del Cabildo de Gran Canaria
se me coloca detrás, prácticamente pegado a mi vehículo y con aspavientos para
que me quitara, lo que me era imposible por la circunstancias de la
circulación.
Antes de poder apartarme a un lado en
un ejercicio de irresponsabilidad dicho conductor me adelanta por la derecha en
una maniobra peligrosa y ante mi actitud de tocar el claxon me hace una peineta
dejándome en la duda de si es la poca educación de un señor o la nueva política
del Cabildo en los coches oficiales de sus organismos.
Recordé entonces una conversación que
había tenido con unos amigos meses antes en cuanto al impacto negativo que
tiene en nosotros las maniobras y actitudes negativas de los vehículos
comerciales en el tráfico. Sin ir más lejos, me viene a la memoria el caso de
una vez que iba en mi coche al supermercado y tuve una incidencia con un furgón
de reparto de una conocida marca de leche que, casualmente era la que consumía
por aquel entonces y en el momento posterior de estar en la estantería para
surtirme del producto recordé el incidente y la negatividad del recuerdo hizo
que cambiara de marca ese día y hasta la fecha.
Claro que en el caso que nos ocupa no
podemos cambiar de marca. No es el primer caso que me encuentro por experiencia
propia o por relato de otras personas en que los conductores de vehículos de
las administraciones públicas tienen actitudes que escapan a toda lógica y
fuera de lugar en función no ya de las elementales normas de convivencia en el
tráfico diario sino en base también al organismo al que está vinculado y cuya
imagen se queda a merced de la ineptitud y prepotencia de estos individuos. Y hablamos de aparcamientos indebidos, conductas incívicas,
maniobras peligrosas en la carretera, velocidades inadecuadas….
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