Olas diminutas son mecidas y arrastradas hacia la orilla
por una suave marea dejando tras de sí un tintineo casi imperceptible como una
piscina que rebosa despacio. El silencio sólo es roto por el vuelo de una
avioneta que despega desde un aeródromo cercano.
Siempre me
ha sobrecogido la soledad y el silencio que asoma esa ventana al infinito de un
mar en calma que se pierde en el horizonte de nuestra vista. Son de esos
silencios que emocionan, que despiertan las palabras mudas en la garganta y que
disparan fotogramas visuales sin objetivo. Silencios que hablan a gritos que
sólo oímos en nuestro interior.
Agua con
agua…sal con sal.
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