Septiembre heredó de su antecesor los calores
del estío y las mareas se agrandan tierra adentro como queriendo alcanzar con
sus brazos el interior de la isla donde la Virgen del Pino aguarda a los
isleños en estos días de fiestas que son la recta final de los festejos que
jalonan el verano.
La
tradición y la fe se entremezclan en estos días donde miles de romeros inician
su particular caminata hacia Teror buscando los motivos que sólo la creencia
entiende o simplemente cumplir con una costumbre centenaria de generaciones de
canarios. En cualquier caso, el final siempre es el mismo: visita a la Virgen y
luego a comer el clásico bocadillo de chorizo.
Lejos
de aglomeraciones de los días principales me aventuro a hacer el camino desde
Arucas y en sábado con la compañía de un amigo para que la soledad sea
acompañada por una conversación sobre lo humano y lo divino pero sin el agobio
de cientos de peregrinos a nuestro lado.
Empieza
la caminata en Arucas sobre las seis y media de la mañana y a paso firme y regular
avanzamos siguiendo las curvas sinuosas de la carretera procurando en lo
posible acortar por caminos secundarios y senderos que nos facilite el
esfuerzo. Alternando diálogos y
silencios llegamos a la villa mariana a dos horas del inicio y tras la pertinente
visita a la patrona reponemos fuerzas con un buen desayuno.
Un
año más…la tradición debe perpetuarse en generaciones…y el camino debe andarse
como cada cual quiera porque es una buena manera de encontrarnos con nosotros
mismos.
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