Se acabaron las fiestas navideñas y toda su corte de buenos
propósitos y melosos deseos que, en su mayoría, tienen poca consistencia en el
tiempo porque volveremos a las rutinas individuales donde el prójimo como poco
vuelve al rol que tenía antes de las fiestas. Si se pudieran guardar todos los
sentimientos navideños en un baul para que cada mes del año podamos abrirlos y
ver lo que nuestro corazón sentia y nuestros labios decía y de esta forma,
quizás nuestras actuaciones a lo largo de todo el año se asemejarían aunque sea
de una forma aproximada al concepto de navidad tan limitado en el tiempo. Me
temo que esta reflexión sea válida para una mayoría. Al resto, Felicidades.
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