Esta cuesta de enero, a pesar del esfuerzo que cuesta
subirla, no es suficiente para rebajar (o recortar, que es el vocablo de moda)
esos kilos que adoptamos muy a nuestro pesar en el largo diciembre que dejamos
atrás. Las fiestas navideñas nos dejan un reguero de huellas negativas en
forma de botones desajustados, ropa que
encoge, pieles estiradas, empastes en huida, etc.
Por mi parte intentaré, sin prisa y sin pausa, volver al
redil de la buena costumbre de hacer ejercicio en forma de caminar varias veces
a la semana, beber mucha agua y procurar bajar las calorías de la dieta. No es
una tarea muy complicada porque si nos ponemos propósitos difíciles al final no
haremos nada. Mejor avanzar en nuestras metas en etapas fáciles y sencillas.
Mi autoestima me permite todavía mirarme al espejo y
reconocerme sin lástima, aunque claro que preferiría que la felicidad de la
curva de mi estómago estuviera algo más triste para beneficio propio pero Roma
no se conquistó en un día y Dios necesitó siete días para crear el mundo y yo
sólo soy un simple humano con una idea simple: bajar unos kilillos.
Además tenemos la inestimable ayuda del Gobierno, siempre
pendiente de los ciudadanos, que nos sube el precio de todo y nos recorta el
sueldo con lo que nuestro gasto en alimentación baja, especialmente en aquellos
productos calóricos. Además, como los precios en ocio son cada vez más
prohibitivos pues el dar un paseo se convierte en una opción de ahorro; y si
sustituimos el costoso alcohol por agua pues menos calorías para nuestra agenda
corporal.
Carnaval y Semana Santa están a la vuelta de la esquina así
que el tiempo apremia porque la fiesta no es propicia para las buenas y sanas
costumbres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario