La lluvia y el frío de febrero me dieron un descanso
este fin de semana para poder pasar unos días, siempre cortos, en la mejor
compañía que podía tener y teniendo como únicos aliados la magia de las
montañas de mi tierra y el silencio de los pinos.
El
encanto del pueblo de Tunte (San Bartolomé de Tirajana) fue el destino donde
dormitar la rutina de la semana para robarle silencios y palabras al estrés y a
la distancia, donde callejear por calles estrechas que hablan de costumbrismo,
donde tomar un café sin prisas mientras observas pasar el tiempo, donde
disfrutar de una excelente gastronomía con productos de la tierra, donde
confundir las pieles y los cuerpos entre amaneceres y atardeceres.
Principios de febrero...finales de las sombras...florecer de los almendros en flor
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