Estamos en pleno debate del
estado de la nación y todavía no sé cuál es el sentido del mismo porque no
creo que haya falta mucho debate para saber cómo está... en estado comatoso;
pero también estamos en pleno carnaval y quizás eso influya en el travestismo
de nuestros representantes para disfrazar su inoperancia en la gestión de esta
empresa llamada España.
La solución a esta crisis no va a salir de dos días de debate - cuyo
coste me gustaría conocer - puesto que el hemiciclo en su conjunto nada en la
autocomplacencia interna y, en este año, en clave electoral por la cercanía de
las elecciones europeas. Cada líder busca ser o seguir siendo el "macho
alfa" de la manada de su propio rebaño y de paso convencer o intentar
convencer al conjunto de los ciudadanos (aquellos que estén pendiente del
debate se entiende) de lo maravilloso de su programa.
En un país donde el
bipartidismo está arraigado el voto de castigo se lo lleva el principal partido
de la oposición. La mayoría descontenta no vota por afinidad ideológica sino
por oposición al partido en el poder. Si vemos las últimas encuestas de
intención de voto comprobamos que no existe una gran variación respecto a la
última cita electoral y ello nos debe hacer reflexionar sobre la capacidad de
liderazgo y/o el proyecto del PSOE que no sabe aprovechar las supuestas horas
bajas de la popularidad del PP y de Rajoy que no puede mostrar ni un informe de
buena gestión, ni un liderazgo definido y, por supuesto, ni un proyecto
coherente de España.
La cuestión es la de siempre. No me gusta la acción de gobierno del partido
en el poder. Busco la alternativa y, teniendo en cuenta el voto útil, sólo está
disponible el primer partido de la oposición. Esta disyuntiva afecta por igual
al PP y al PSOE y retroalimenta un proceso dual donde el resto de partidos sólo
pueden aspirar a ser “llave de gobierno” en algún momento. La mayoría absoluta
entra dentro del juego democrático pero debe tener límites y éstos deben estar
en unas mayorías cualificadas teniendo unos factores influyentes en temas
controvertidos y que necesitan de un consenso amplio.
Pero volvamos a la realidad. Nos queda dos años de
gobierno-desgobierno donde el único consuelo es que más allá de las fronteras
que se han superado no puede haber más tierra y ese es el tiempo que tiene el
PSOE para buscar su norte que permita un cambio de rumbo de forma que su
brújula marque las mismas metas que el conjunto de los españoles porque éstos
pueden coincidir en que hace falta una alternancia pero no ve liderazgo en las
filas socialistas o también pudiera darse el caso que piensen que la buena
política es una falacia y prefieran la abstención de decidir. Lo primero tiene
solución pero lo segundo, me temo que es una hiedra difícil de cortar sin que
se extienda.
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