Aunque muchas
personas ya lo conocerán es bueno reflexionar con este discurso del presidente
de Uruguay en la ONU en septiembre de 2013
Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina
del Atlántico y del Plata, mi país es una penillanura suave, templada, una
historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne. Tuvo décadas púrpuras, de
lanzas y caballos, hasta que por fin al arrancar el siglo XX se puso a ser
vanguardia en lo social, en el Estado, en la enseñanza. Diría que la
socialdemocracia se inventó en el Uruguay.
Durante casi 50 años el mundo nos vio como una
especie de Suiza. En realidad, en lo económico fuimos bastardos del imperio
británico y cuando este sucumbió vivimos las amargas mieles de términos de
intercambio funestos, y quedamos estancados añorando el pasado.
Casi 50 años recordando el Maracaná, nuestra
hazaña deportiva. Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado tal vez
aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal, la de un muchacho- porque
alguna vez fui muchacho- que como otros quiso cambiar su época, su mundo, el
sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son en parte hijos
de mi tiempo. Obviamente los asumo, pero hay veces que medito con nostalgia.
La fuerza de la utopía
¡Quién tuviera
la fuerza de cuando éramos capaces de albergar tanta utopía! Sin embargo
no miro hacia atrás porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer.
Por el contrario no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos.
Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no
veré, y por el que me comprometo. Sí, es
posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea
cuidar la vida.
Pero soy del sur y vengo del sur, a esta
asamblea, cargo inequívocamente con los millones de compatriotas pobres, en las
ciudades, en los páramos, en las selvas, en las pampas, en los socavones, de la
América Latina patria común que se está haciendo.
El bloqueo inútil a Cuba
Cargo con las culturas originales aplastadas, con
los restos del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán
bajo el sol del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia
electrónica que no hace otra cosa que sembrar desconfianza. Desconfianza que
nos envenena inútilmente. Cargo con una gigantesca deuda social, con la
necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América.
Cargo con el deber de luchar por patria para
todos. Para que Colombia pueda encontrar el camino de la paz, y cargo con el
deber de luchar por tolerancia, la tolerancia se precisa para con aquellos que
son distintos, y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa
la tolerancia para los que estamos de acuerdo.
La tolerancia es la paz
La tolerancia
es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos
diferentes. El combate a la economía sucia, al
narcotráfico, a la estafa, el fraude y la corrupción, plagas contemporáneas,
prohijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos felices si nos
enriquecemos sea como sea. Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales.
Les ocupamos el templo con el dios mercado, que nos organiza la economía, la
política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la
apariencia de felicidad.
Parecería que hemos nacido solo para consumir y
consumir, y cuando no podemos cargamos con la frustración, la pobreza, y hasta
la autoexclusión.
Lo cierto hoy es que para gastar y enterrar los
detritos en eso que se llama la huella de carbono por la ciencia, si
aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano medio promedio,
sería imprescindible tres planetas para poder vivir.
El despilfarro de vida
Es decir nuestra civilización montó un desafío
mentiroso y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de
despilfarro que se le ha dado a la vida. En los hechos se está masificando como
una cultura de nuestra época, siempre dirigida por la acumulación y el mercado.
Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y
en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la
humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad,
contra todos los ciclos naturales.
“Civilización” contra el amor
Lo peor: civilización contra la libertad que
supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente,
el amor, la amistad, aventura, solidaridad, familia. Civilización contra tiempo
libre no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el
escenario de la naturaleza.
Arrasamos la selva, las selvas verdaderas, e
implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con
caminadores, al insomnio con pastillas, la soledad con electrónicos, porque
somos felices alejados del entorno humano.
Cabe hacerse esta pregunta, huimos de nuestra
biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y lo
suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación.
La política,
la eterna madre del acontecer humano quedó limitada a la economía y al mercado, de salto en
salto la política no puede más que perpetuarse, y como tal delegó el poder y se
entretiene, aturdida, luchando por el gobierno. Debocada marcha de historieta
humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún
modo, lo que es innegociable. Hay marketing para todo, para los cementerios,
los servicios fúnebres, las maternidades, para padres, para madres, pasando por
las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio.
Todavía las campañas de marketing caen
deliberadamente sobre los niños, y su psicología para influir sobre los mayores
y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías
bastante abominables que a veces, conducen a las frustraciones y más.
El hombrecito
promedio de nuestras grandes ciudades, deambula entre las financieras y el
tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado.
Siempre sueña con las vacaciones y la libertad, siempre sueña con concluir las
cuentas, hasta que un día, el corazón se para, y adiós. Habrá otro
soldado cubriendo las fauces del mercado, asegurando la acumulación. La crisis
se hace impotencia, la impotencia de la política, incapaz de entender que la
humanidad no se escapa, ni se escapará del sentimiento de nación. Sentimiento
que casi está incrustado en nuestro código genético.
Un mundo sin fronteras
Hoy, es tiempo
de empezar a tallar para preparar un mundo sin fronteras. La economía
globalizada no tiene más conducción que el interés privado, de muy pocos, y
cada estado nacional mira su estabilidad continuista, y hoy la gran tarea para
nuestros pueblos, en mi humilde manera de ver, es el todo.
Como si esto fuera poco, el capitalismo
productivo, francamente productivo, está medio prisionero en la caja de los
grandes bancos. En el fondo son la cúspide del poder mundial. Más claro,
creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros
de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia que gobierna el mundo. Se
precisan por ejemplo, una larga agenda de definiciones, cuántas horas de
trabajo y toda la tierra, cómo convergen las monedas, cómo se financia la lucha
global por el agua, y contra los desiertos.
Solidaridad con los oprimidos
Cómo se recicla y se presiona contra el
calentamiento global. Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano.
Sería imperioso lograr consenso planetario para desatar solidaridad hacia los
más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación.
Movilizar las grandes economías, no para crear descartables, con obsolescencia
calculada, sino bienes útiles, sin fidelidad, para ayudar a levantar a los
pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más
redituable que hacer guerras. Volcar un neo-keynesianismo útil de escala
planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo.
La política y la ciencia
Tal vez nuestro mundo necesita menos organismos
mundiales, esos que organizan los foros y las conferencias, que le sirven mucho
a las cadenas hoteleras y a las compañías aéreas y en el mejor de los casos
nadie recoge y lo transforma en decisiones.…
Necesitamos sí mascar mucho lo viejo y eterno de
la vida humana junto a la ciencia, esa ciencia que se empeña por la humanidad
no para hacerse rico; con ellos, con los hombres de ciencia de la mano,
primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos por el mundo entero.
Ni los Estados nacionales grandes, ni las transnacionales y muchos menos el
sistema financiero debería gobernar el mundo humano. Sí la alta política
entrelazada con la sabiduría científica, allí está la fuente. Esa ciencia que
no apetece el lucro pero que mira el porvenir y nos dice cosas que no atendemos.
¿Cuántos años hace que nos dijeron determinadas cosas que no nos dimos por
enterados? Creo que hay que convocar la inteligencia al comando de la nave
arriba de la tierra, cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos
parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no
la acumulación.
No somos tan ilusos
Obviamente, no somos tan ilusos, estas cosas no
pasarán, ni otras parecidas. Nos quedan muchos sacrificios inútiles por
delante, mucho remendar consecuencias y no enfrentar las causas. Hoy el mundo
es incapaz de crear regulación planetaria a la globalización y esto es por el
debilitamiento de la alta política, eso que se ocupa de todo. Por último vamos
a asistir al refugio de acuerdos más o menos “reclamables”, que van a plantear
un mentiroso libre comercio interno, pero que en el fondo van a terminar
construyendo parapetos proteccionistas, supranacionales en algunas regiones del
planeta. A su vez van a crecer ramas industriales importantes y servicios,
todos dedicados a salvar y mejorar al medio ambiente. Así nos vamos a consolar
por un tiempo, vamos a estar entretenidos y naturalmente va a continuar como
para estar rica la acumulación para regodeo del sistema financiero.
Ir contra la especie
Continuarán
las guerras y por tanto los fanatismos hasta que tal vez la misma naturaleza lo
llame al orden y haga inviable nuestras civilizaciones. Tal vez
nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad y vemos al hombre como una
criatura única, la única que hay arriba de la tierra capaz de ir contra su
propia especie. Vuelvo a repetir, porque algunos llaman la crisis ecológica del
planeta, es consecuencia del triunfo avasallante de la ambición humana. Ese es
nuestro triunfo, también nuestra derrota, porque tenemos impotencia política de
encuadrarnos en una nueva época. Y hemos contribuido a construir y no nos damos
cuenta.
¿Por qué digo esto? Son datos nada más. Lo cierto
es que la población se cuadriplicó y el PBI creció por lo menos veinte veces en
el último siglo. Desde 1990 aproximadamente cada seis años se duplica el
comercio mundial. Podíamos seguir anotando datos que establecen la marcha de la
globalización. ¿Qué nos está pasando? Entramos en otra época aceleradamente
pero con políticos, atavíos culturales, partidos, y jóvenes, todos viejos ante
la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar. No
podemos manejar la globalización, porque nuestro pensamiento no es global. No
sabemos si es una limitante cultural o estamos llegando a los límites
biológicos.
Los efectos de la codicia
Nuestra época es portentosamente revolucionaria
como no ha conocido la historia de la humanidad. Pero no tiene conducción
consciente, o menos, conducción simplemente instintiva. Mucho menos todavía,
conducción política organizada porque ni siquiera hemos tenido filosofía
precursora ante la velocidad de los cambios que se acumularon.
La codicia, tanto negativa y tanto motor de la
historia, eso que empujó al progreso material técnico y científico, que ha
hecho lo que es nuestra época y nuestro tiempo y un fenomenal adelanto en
muchos frentes, paradojalmente, esa misma herramienta, la codicia que nos
empujó a domesticar la ciencia y transformarla en tecnología nos precipita a un
abismo brumoso. A una historia que no conocemos, a una época sin historia y nos
estamos quedando sin ojos ni inteligencia colectiva para seguir colonizando y
perpetuarnos transformándonos.
¿Qué es el todo?
Porque si una característica tiene este bichito
humano, es que es un conquistador antropológico. Parece que las cosas toman
autonomía y las cosas someten a los hombres. Por un lado u otro, sobran activos
para vislumbrar estas cosas y en todo caso, vislumbrar el rumbo. Pero nos
resulta imposible colectivizar decisiones globales por ese todo. Más claro, la
codicia individual ha triunfado largamente sobre la codicia superior de la
especie. Aclaremos, ¿qué es el todo?, esa palabra que utilizamos.
Para nosotros es la vida global del sistema
tierra incluyendo la vida humana con todos los equilibrios frágiles que hacen posible
que nos perpetuemos. Por otro lado, más sencillo, menos opinable y más
evidente. En nuestro occidente, particularmente, porque de ahí venimos aunque
venimos del Sur, las repúblicas que nacieron para afirmar que los hombres somos
iguales, que nadie es más que nadie, que sus gobiernos deberían representar el
bien común, la justicia y la equidad. Muchas veces, las repúblicas se deforman
y caen en el olvido de la gente corriente, la que anda por las calles, el
pueblo común.
No fueron las repúblicas creadas para vegetar
encima de la grey, sino por el contrario, son un grito en la historia para
hacer funcionales a la vida de los propios pueblos y, por lo tanto, las
repúblicas se deben a las mayorías y a luchar por la promoción de las mayorías.
La cultura consumista
Por lo que fuera, por reminiscencias feudales que
están allí en nuestra cultura; por clasismo dominador, tal vez por la cultura
consumista que nos rodea a todos, las repúblicas frecuentemente en sus
direcciones adoptan un diario vivir que excluye, que pone distancia con el
hombre de la calle.
En los hechos, ese hombre de la calle debería ser
la causa central de la lucha política en la vida de las repúblicas. Los
gobiernos republicanos deberían de parecerse cada vez más a sus respectivos
pueblos en la forma de vivir y en la forma de comprometerse con la vida.
El hecho es que cultivamos arcaísmos feudales,
cartesianismos consentidos, hacemos diferenciaciones jerárquicas que en el
fondo socavan lo mejor que tienen las repúblicas: que nadie es más que nadie.
El juego de estos y otros factores nos retienen en la prehistoria. Y hoy es
imposible renunciar a la guerra cuando la política fracasa. Así se estrangula
la economía, derrochamos recursos.
Dos millones por minuto
Oigan bien, queridos amigos: en cada minuto del
mundo se gastan dos millones de dólares en presupuestos militares en esta
tierra. Dos millones de dólares por minutos en presupuesto militar!! En
investigación médica, de todas las enfermedades que ha avanzado enormemente y
es una bendición para la promesa de vivir unos años más, esa investigación
apenas cubre la quinta parte de la investigación militar.
Este proceso del cual no podemos salir, es ciego.
Asegura odio y fanatismo, desconfianza, fuente de nuevas guerras y esto
también, derroche de fortunas. Yo sé que es muy fácil, poéticamente,
autocriticarnos, personalmente. Y creo que sería una inocencia en este mundo
plantear que allí existen recursos para ahorrar y gastarlos en otras cosas
útiles. Eso sería posible, otra vez, si fuéramos capaces de ejercitar acuerdos
mundiales y prevenciones mundiales de políticas planetarias que nos garanticen
la paz y que nos den a los más débiles, garantía que no tenemos. Ahí habría
enormes recursos para recortar y atender las mayores vergüenzas arriba de la Tierra.
Pero basta una pregunta: en esta humanidad, hoy, ¿adonde se iría sin la
existencia de esas garantías planetarias? Entonces cada cual hace vela de armas
de acuerdo a su magnitud y allí estamos porque no podemos razonar como especie,
apenas como individuos.
Las instituciones mundiales, particularmente hoy
vegetan a la sombra consentida de las disidencias de las grandes naciones que,
obviamente, estas quieren retener su cuota de poder.
El papel de la ONU
Bloquean en los hechos a esta ONU que fue creada con
una esperanza y como un sueño de paz para la humanidad. Pero peor aún la
desarraigan de la democracia en el sentido planetario porque no somos iguales.
No podemos ser iguales en este mundo donde hay más fuertes y más débiles. Por
lo tanto es una democracia planetaria herida y está cercenando la historia de
un posible acuerdo mundial de paz, militante, combativo y que verdaderamente
exista. Y entonces, remendamos enfermedades allí donde hace eclosión y se
presenta según le parezca a algunas de las grandes potencias. Lo demás miramos
desde lejos. No existimos.
Amigos, yo creo que es muy difícil inventar una
fuerza peor que el nacionalismo chauvinista de las granes potencias. La fuerza
que es liberadora de los débiles. El nacionalismo tan padre de los procesos de
descolonización, formidable hacia los débiles, se transforma en una herramienta
opresora en las manos de los fuertes y vaya que en los últimos 200 años hemos
tenido ejemplos por todas partes.
Nuestro pequeño ejemplo
La ONU, nuestra ONU languidece, se burocratiza
por falta de poder y de autonomía, de reconocimiento y sobre todo de democracia
hacia el mundo más débil que constituye la mayoría aplastante del planeta.
Pongo un pequeño ejemplo, pequeñito. Nuestro pequeño país tiene en términos
absolutos, la mayor cantidad de soldados en misiones de paz de los países de
América Latina desparramos en el mundo. Y allí estamos, donde nos piden que
estemos.
Pero somos pequeños, débiles. Donde se reparten
los recursos y se toman las decisiones, no entramos ni para servir el café. En
lo más profundo de nuestro corazón, existe un enorme anhelo de ayudar para que
le hombre salga de la prehistoria. Yo defino que el hombre mientras viva con
clima de guerra, está en la prehistoria, a pesar de los muchos artefactos que pueda
construir.
Las soledades de la guerra
Hasta que el hombre no salga de esa prehistoria y
archive la guerra como recurso cuando la política fracasa, esa es la larga
marcha y el desafío que tenemos por delante. Y lo decimos con conocimiento de
causa. Conocemos las soledades de la guerra. Sin embargo, estos sueños, estos
desafíos que están en el horizonte implica luchar por una agenda de acuerdos
mundiales que empiecen a gobernar nuestra historia y superar paso a paso, las
amenazas a la vida. La especie como tal, debería tener un gobierno para la
humanidad que supere el individualismo y bregue por recrear cabezas políticas
que acudan al camino de la ciencia y no solo a los intereses inmediatos que nos
están gobernando y ahogando.
Paralelamente hay que entender que los indigentes
del mundo no son de África o de América Latina, son de la humanidad toda y esta
debe como tal, globalizada, propender a empeñarse en su desarrollo, en que
puedan vivir con decencia por sí mismos. Los recursos necesarios existen, están
en ese depredador despilfarro de nuestra civilización.
La bombita de 100 años
Hace pocos días le hicieron ahí, en California,
en una agencia de bomberos un homenaje a una bombita eléctrica que hace 100
años que está prendida; ¡100 años que está prendida, amigo! Cuántos millones de
dólares nos sacaron del bolsillo haciendo deliberadamente porquerías para que
la gente compre, y compre, y compre, y compre.
Pero esta globalización de mirar por todo el
planeta y por toda la vida significa un cambio cultural brutal. Es lo que nos
está requiriendo la historia. Toda la base material ha cambiado y ha
tambaleado, y los hombres, con nuestra cultura, permanecemos como si no hubiera
pasado nada y en lugar de gobernar la civilización, esta nos gobierna a
nosotros. Hace más de 20 años que discutíamos la humilde tasa Tobi. Imposible
aplicarla a nivel del planeta. Todos los bancos del poder financiero se
levantan heridos en su propiedad privada y qué sé yo cuántas cosas más. Sin
embargo, esto es lo paradojal. Sin embargo, con talento, con trabajo colectivo,
con ciencia, el hombre paso a paso es capaz de transformar en verde a los
desiertos.
El hombre es capaz…
El hombre puede llevar la agricultura al mar. El
hombre puede crear vegetales que vivan con agua salada. La fuerza de la
humanidad se concentra en lo esencial. Es inconmensurable. Allí están las más
portentosas fuentes de energía. ¿Qué sabemos de la fotosíntesis?, casi nada. La
energía en el mundo sobra si trabajamos para usarla con ella. Es posible
arrancar de cuajo toda la indigencia del planeta. Es posible crear estabilidad
y será posible a generaciones venideras, si logran empezar a razonar como
especie y no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese
sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos.
Pero para
que todos esos sueños sean posibles, necesitamos gobernarnos a nosotros mismos
o sucumbiremos porque no somos capaces de estar a la altura de la civilización
que en los hechos fuimos desarrollando.
Este es nuestro dilema. No nos entretengamos
solos remendando consecuencias. Pensemos en las causas de fondo, en la
civilización del despilfarro, en la civilización del use-tire que lo que está
tirando es tiempo de vida humana malgastado, derrochando cuestiones inútiles.
Piensen que la vida humana es un milagro. Que estamos vivos por milagro y nada
vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es por encima de todas las
cosas respetar la vida e impulsarla, cuidarla, procrearla y entender que la
especie es nuestro nosotros.
Gracias.