Bastó
una sola mirada…unos ojos encendían mi alma y traspasaban
la frontera de mi corazón para quedarse para siempre. Fueron suficientes dos
segundos para tener una vida. A esa primera mirada le siguieron otras como si
el conocimiento fuera mutuo desde siempre. En estos días recuerdo el ayer en
ese momento, “en un pueblo con mar” – como diría Sabina-.
Sólo pude rendirme ante tus
pupilas, abrir mi corazón y dejar que fluyeran sentimientos encontrados por mis
venas porque como decía Bécquer “el alma que hablar puede con los ojos, también
puede besar con la mirada”. He aquí que estamos, todavía sobre las brasas que
siguen ardiendo en tonos rojizos, soñando el futuro, viviendo el presente. Es
como si toda una vida sólo fuera el prólogo para vivir ese momento en que se
inició esta historia.
Una leyenda japonesa cuenta
que entre dos personas que están elegidas por el destino a tener entre ellas un
lazo afectivo existe un hilo rojo que
viene con ellas desde su nacimiento. Dicho hilo existe independientemente del
momento de sus vidas en que estén destinadas a conocerse y en ningún caso puede
romperse, esté más o menos tenso, porque es una muestra del vínculo de por vida
que existe entre ellas.
Ese hilo existe…lo puedo
tocar cuando se estira por causa de la distancia que nos une a ratos y lo puedo
sentir enredado en nuestros cuerpos en nudos invisibles. Rojo…porque no podía
ser de otro color.
El rojo es pasión, es el
color de los recuerdos, la sangría de las vivencias complejas, unos ojos
encendidos, el calor de dos cuerpos…rojo…siempre
rojo…como ese hilo inalterable que nos une a los dos, ahora y por siempre.
Hago mío el poema de Neruda
titulado “Tu mirada”:
Tu mirada es semejante al sol
Cuando tus ojos brillan al
alba,
Es similar al amor
Que me haces sentir cuando me
abrazas.
Tu mirada es como el universo
Que me ilumina en noches
calladas;
Cuando extraño a tu boca en un
beso
Que me lleva hacia tu morada.
Tu mirada es la razón de mis días
Cuando despierto y me
embriagas,
De todo el amor que me tienes
Y que sin pensarlo me regalas.
Tu mirada es el motivo que
siempre
Me hace sonreir cuando me
extrañas,
Me habla de todo lo que
sientes:
Aunque luego se calla.
Todavía
se puede escuchar en Japón, con algunas variantes, esta leyenda popular del
hilo rojo y ésta es una de ellas:
Hace
mucho tiempo, un emperador se enteró de que
en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, que
tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante
su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro
extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su
esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir el hilo.
Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en
donde una pobre campesina con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al
llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a
ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: “Aquí
termina tu hilo”, pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que
era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña
bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida
en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaron la cabeza.
Muchos
años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte
le recomendó que lo mejor fuera que desposara a la hija de un general muy
poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera
vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un
velo que la cubría totalmente…Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía
una cicatriz muy peculiar en la frente.
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