La marea ya presagiaba
la subida con la espuma salpicando las rocas de la rompiente. El permanecía
sentado en la imponente roca con los pies colgados sobre el océano mientras sus
pensamientos eran un carrusel de ideas donde los tiempos verbales se entremezclaban.
Su mirada estaba perdida
entre las nubes que se divisaban en el horizonte como queriendo buscar en su
grises matices las respuestas que no encontraba en su interior.
Su vida era un rompecabezas, las piezas no encajaban y parecía que en un futuro
inmediato no se preveía que pudieran hacerlo manteniéndolo estático en un cruce
de caminos sin el poder de la elección y, sin embargo, feliz de estar aún en
esa encrucijada.
De sus ojos escapó unas
cuántas lágrimas encadenadas que la gravedad unió con la mar que acompañaba su
silencio tragándose el oleaje su melancolía y devolviéndole esperanza en forma de
una enorme ola que rompió con fuerza a sus pies empapando su cuerpo y su alma.
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