En la tradición budista se concibe la amistad según la bella idea del kaliyana mitra, el “amigo noble”. Tu kaliyana mitra lejos de admitir tus pretensiones, te obligará, con dulzura y mucha firmeza, a afrontar tu ceguera. Nadie puede ver su vida íntegramente. Así como la retina del ojo tiene un punto ciego, el alma tiene un lado ciego que no puedes ver. Por eso dependes del ser amado, que ve lo que tu no puedes ver. Tu kaliyana mitra es el complemento benigno e indispensable de tu visión. Semejante amistad es creativa y crítica, está dispuesta a recorrer territorios escabrosos y accidentados de contradicción y sufrimiento. Uno de los anhelos más profundos del alma humana es el de ser visto. En el antiguo mito, Narciso ve su cara reflejada en el agua y queda obsesionado por ella. Si miras detrás de ti, pierdes de vista el frente. Tu yo jamás te verá íntegramente. Aquel que amas, tu anam cara ( “amigo del alma” en le tradición celta), tu alma gemela es el espejo mas fiel de tu alma. La integridad y la claridad de la amistad verdadera dibuja el contorno real de tu espíritu. Es hermoso contar con semejante presencia en tu vida. No puedes amar a otro si no estás empeñado al mismo tiempo en la obra espiritual, hermosa pero difícil de aprender a amarte a ti mismo. En otras palabras, no necesitas buscar fuera de ti el significado del amor. Esto no es egoísmo ni narcisismo, obsesiones negativas sobre la necesidad de ser amado. Por el contrario, es el manantial del amor en el corazón. Por su necesidad de amor, las personas que llevan una vida solitaria suelen tropezar con este gran manantial interior. Aprenden a despertar con sus murmullos la profunda fuente interior de amor. No se trata de obligarte a amarte a ti mismo, sino de ser reservado, de incitar a ese manantial de amor que constituye tu naturaleza mas profunda a surcar toda su vida. Cuando esto sucede, la tierra endurecida de tu interior vuelve a ablandarse. La falta de amor lo endurece todo. No hay mayor soledad en el mundo que la del que se ha vuelto duro o frío. El resentimiento y la frialdad son la derrota final. El mayor don que el nuevo amor trae a tu vida es el despertar del amor oculto en tu interior. Te vuelves independiente. Ahora puedes acercarte al otro, no por necesidad ni con el aparato agotador de la proyección, sino por auténtica intimidad, afinidad y comunión. Es una liberación. El amor debería liberarte. Te liberas de esa necesidad ávida y abrasadora que te impulsa continuamente a buscar afirmación, respeto y significación en cosas y personas fuera de ti.
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