Nos avisan de que llega un nuevo tiempo, unas circunstancias diferentes...eso que llaman "la nueva normalidad" con ese halo de misterio que tienen las cosas que no podemos más que imaginar. La pandemia ha traído una serie de hábitos que hasta la vacuna convivirán con nosotros, algunos para siempre; pero más allá de los cambios en nuestra vida cotidiana soy del parecer que nos encontramos ante un cambio más profundo de nuestro entorno, y no hablo de nuestros valores que creo que no vayan a cambiar en positivo, como en un exceso de optimismo interpreté en un principio - ojalá me equivoque-.
Los modelos productivos van a sufrir cambios modelados por el teletrabajo, las nuevas tecnologías, las vergüenzas de la globalización económica o los hábitos de consumo y turismo, potenciándose una serie de profesiones frente a otras; el ocio digital se abre paso y habrá un cambio de actitud hacia los grandes reclamos ociosos como el fútbol, por ejemplo. Las brechas económicas se acentuarán, tanto entre ricos y pobres como entre las escalas opuestas del mundo laboral y qué decir del Norte y el Sur, de los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo.
La desafección política seguirá creciendo y el cambio en los mapas políticos nacionales será evidente con un retorno del bipartidismo, la radicalización de los extremos ideológicos y el debate de las estructuras políticas y administrativas. La basculación del poder en la gobernanza mundial va a debatirse entre una Europa que intenta sobrevivir frente a sus incoherencias, unos Estados Unidos luchando contra su propio liderazgo, además de la siempre ambigua Rusia y la emergente China con sus dictaduras internas y economías capitalistas.
Pero para nosotros,ciudadanos de a pié, que el tablero mundial nos queda lejos, tendremos que convivir en esta nueva normalidad con menos poder adquisitivo, limitando nuestra actividad y repensando nuestro futuro inmediato y el de nuestros hijos, eso sí... con una mascarilla que, al margen de protegernos o proteger a otros del virus, apague nuestra voz y no deje ver la mueca de incertidumbre en nuestro gesto.
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