Sábado, tres de mayo, en que el sol pugna por hacerse un
hueco entre las nubes que tiñen de blanco el tapiz azul del cielo. Me levanto
de resaca, con todos los dioses de la mitología griega en mi cabeza como esos
pajaritos que revolotean en círculo en los dibujos animados cuando algún
personaje se da un golpe en la testa.
Morfeo estuvo de visita pero no para adormecerme entre bellos
sueños, como sería su función divina, sino para sentarse a charlar conmigo de esto
y aquello y tenía ganas de hablar el condenado….como que no pegué ojo en toda
la noche. Cuando el diálogo estaba en su apogeo se unen a la conversación
Cronos, dios del Tiempo, que a su vez venía acompañado de Eros.
Venían ambos discutiendo sobre el amor a lo largo del tiempo,
o como el tiempo se hace necesario para desarrollar el amor. Medié en su
debate, intentando zafarme de las garras del pesado de Morfeo, y comenté de una
parábola titulada “El tiempo y el amor” que había leído en algún momento:
La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.
Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor.
Acto seguido los dejé reflexionando sobre mi aportación en forma
de historia y cerré los ojos buscando el sueño reconfortante de un día duro y
estresante, pero Morfeo continuaba con su charla de fondo y Hermes (el
mensajero) y Echielle, diosa de la imaginación, se habían unido en torno al
resto de dioses para continuar con sus diatribas nocturnas que me sumieron en
un torbellino de preocupación y temor a pesar de que invoqué el espíritu de
Baco (también llamado Dionisio) pero no para excederme en la ingesta de vino, a
quien el pueblo lo asocia comúnmente, sin conocer que con la música de su
flauta tiene el poder divino de agotar las preocupaciones.
Me acordé de Asdepio, dios de la medicina, buscando su
intersección en aquel trance en que los dolores reptaban por mi cuerpo buscando
el nido perfecto.
Y de pronto me desperté…y la luz móvil en la oscuridad me hizo
acordarme de todos ellos: Morfeo, Cronos, Echielle, Hermes, Eros, Baco y
Asdepio…y debatir ahora conmigo el significado de todo ello.
No son los dioses son las personas que mitificamos las que convierten en dios lo humano....no es el amor, es el gesto de amar quien se sienta en la piedra. Recuperar la palabra,recuperar la narracion de lo bello bien merece una noche de ojos abiertos.
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