Retazos de interior
Aurelio Oramas Tejera @aurelioramas
domingo, 17 de marzo de 2024
miércoles, 13 de marzo de 2024
Cuento: el secreto del éxito
Una vez un discípulo le preguntó a su maestro acerca del secreto del éxito. El
maestro, luego de reflexionar en silencio, le pidió que lo esperase al amanecer
en la orilla del río para darle la respuesta. Al siguiente, justo antes del
amanecer, el discípulo encontró a su maestro en frente de la orilla del río. Sin
mediar palabra, salvo un pequeño ademán de que lo siguiera, empezó a adentrarse
poco a poco en el río. El agua empezó a subir de los tobillos a la rodilla, de
esta a la cadera y finalmente hasta el pecho. Justo cuando estaba por cubrirle
el rostro, su maestro lo tomó y lo hundió con vehemencia bajo el agua. Empezó
así una lucha feroz por emerger a la superficie, pero la fuerza de su maestro
era tal que se lo impedía. Finalmente, luego de varios segundos, este dejó que
subiera por una bocanada de aire. Lo llevó a la orilla y le preguntó: “¿Qué era
lo que más deseabas al estar sumergido”? “¡Respirar!”, contestó el joven
discípulo. A lo que este contestó: “Allí tienes el secreto del éxito. Deséalo
tanto como deseabas respirar aire el día de hoy. Cuando lo hagas, lo obtendrás”.
sábado, 9 de marzo de 2024
miércoles, 6 de marzo de 2024
Cuento: El sabio de la montaña
En una montaña vivía un sabio que respondía a todas las preguntas, dudas e inconvenientes que tenían las personas. Miles acudían a él a diario para consultarle acerca de sus problemas. Un día, al percatarse de la dependencia que se estaba creando en torno a sus consejos, decidió reunirlos a todos alrededor de su gruta.
Allí, con miles y miles a su alrededor, les contó una anécdota graciosa que hizo soltar carcajadas a todos los presentes. Al terminarla esperó un minuto en silencio y empezó de nuevo a contar la anécdota. Esta vez solo unos pocos se rieron y muchos asumieron un temple de confusión.
El sabio hizo lo propio una tercera vez, solo que en esta ocasión nadie se rió de la historia. Uno de sus mayores admiradores se acercó y le preguntó cuál era el sentido de la dinámica. A lo que el sabio respondió: “No pueden reírse del mismo chiste una y otra vez, pero sí pueden quejarse y llorar una y otra vez por los mismos problemas. ¿No es acaso paradójico?”.
Todos aquellos que lo rodeaban bajaron la cabeza avergonzados y se retiraron poco a poco de la montaña. Desde entonces, solo recibe un par de consultas al día; todas estas relacionadas con cosas estrictamente importantes.
martes, 27 de febrero de 2024
lunes, 19 de febrero de 2024
Cuento: El anciano del pueblo
Había una vez un anciano que vivía en un pueblo. Todos los habitantes lo evitaban, ya que tenía la mala fama de estar siempre de mal humor. Los niños temían pasar por el frente de su casa, e incluso los adultos recelaban al desearle los buenos días.
Los habitantes más longevos del pueblo aseguraban que desde siempre mantuvo esta actitud. Su amargura, odio y resentimiento superaba su carácter; ya que su casa, su césped e incluso sus vecinos también asimilaban este tono lúgubre.
Lo cierto es que un buen día, aquel en el que el anciano celebraba nueve décadas de vida, se empezó a esparcir el rumor de que el anciano estaba feliz. De repente su casa ya no se veía oscura, los vecinos habían recuperado su jovialidad y su césped era el más verde de todo el pueblo.
Todos rodearon su casa en espera de lo que había sucedido, a lo que el anciano los recibió con una gran sonrisa y emoción. Uno de los habitantes se atrevió con voz tartamuda preguntar por qué estaba tan feliz. La respuesta del anciano fue: “Nada en especial. He vivido noventa años buscando la felicidad y fue inútil. Hoy decidí dejar de buscarla y amanecí más feliz que en toda mi vida”.
Los habitantes más longevos del pueblo aseguraban que desde siempre mantuvo esta actitud. Su amargura, odio y resentimiento superaba su carácter; ya que su casa, su césped e incluso sus vecinos también asimilaban este tono lúgubre.
Lo cierto es que un buen día, aquel en el que el anciano celebraba nueve décadas de vida, se empezó a esparcir el rumor de que el anciano estaba feliz. De repente su casa ya no se veía oscura, los vecinos habían recuperado su jovialidad y su césped era el más verde de todo el pueblo.
Todos rodearon su casa en espera de lo que había sucedido, a lo que el anciano los recibió con una gran sonrisa y emoción. Uno de los habitantes se atrevió con voz tartamuda preguntar por qué estaba tan feliz. La respuesta del anciano fue: “Nada en especial. He vivido noventa años buscando la felicidad y fue inútil. Hoy decidí dejar de buscarla y amanecí más feliz que en toda mi vida”.
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