sábado, 25 de abril de 2015

Reflexionar con...Mario Benedetti

 

Que tengas un gran día… a menos que tengas otros planes.
Esta mañana desperté emocionado con todas las cosas que tengo que hacer antes que el reloj sonara.
Tengo responsabilidades que cumplir hoy. Soy importante. Mi trabajo es escoger qué clase de día voy a tener.
Hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso.... o puedo dar gracias porque las plantas están siendo regadas.
Hoy me puedo sentir triste porque no tengo más dinero.... o puedo estar contento porque mis finanzas me empujan a planear mis compras con inteligencia.
Hoy puedo quejarme de mi salud.... o puedo regocijarme de que estoy vivo.
Hoy puedo lamentarme de todo lo que mis padres no me dieron mientras estaba creciendo.... o puedo sentirme agradecido de que me permitieran haber nacido.
Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas.... o puedo celebrar que las espinas tienen rosas.
Hoy puedo autocompadecerme por no tener muchos amigos.... o puedo emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones.
Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar.... o puedo gritar de alegría porque tengo un trabajo.
Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela.... o puedo abrir mi mente enérgicamente y llenarla con nuevos y ricos conocimientos.
Hoy puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer las labores del hogar.... o puedo sentirme honrado porque tengo un techo para mi mente y cuerpo.
Hoy el día se presenta ante mi esperando a que yo le de forma y aquí estoy, soy el escultor.
Lo que suceda hoy depende de mí. Yo debo escoger qué tipo de día voy a tener.
Que tengas un gran día… a menos que tengas otros planes


viernes, 17 de abril de 2015

De pactos y consensos: Yo pacto, tú pactas, el pacta…

 

El escenario político en España de cara a las elecciones autonómicas del próximo 24 de mayo es realmente interesante puesto que se abre el abanico de posibilidades de gobernación en las Administraciones Locales y Autonómicas en función de una realidad donde primarán los pactos como consecuencia del adiós de las mayorías absolutas tal como parece predecir las encuestas con empates técnicos entre dos o más fuerzas.
Derecha e izquierda respecto al centro ideológico ya no es una opción. A las organizaciones de referencia le salen retoños que buscan protagonismo. Un PP desarmado por el síndrome Hubris que lucha contra sus demonios internos y contra la rebelión social, respuesta de su propia política frente a un PSOE, no exento de los mismos demonios que habitan en todas las organizaciones, que siempre ha sido el único adalid de la oposición útil y la alternativa, y que ahora no ha sabido mantener su liderazgo natural ante partidos nuevos que se cuelan como Podemos y Ciudadanos que le roba el descontento social y el protagonismo mediático pese a su ambigüedad y cierta utopía práctica.
IU y UPyD bastante tienen con sortear las circunstancias entre la pérdida de identidad y el suicidio político. Es curioso como la identidad del votante progresista puede tener cabida en diferentes partidos diferenciándose en los matices e igualmente ocurre por el ala derecha de las posiciones ideológicas. De ahí los trasvases entre organizaciones.
Así `pues, la noche electoral se presenta emocionante, ideal para compartir con los amigos frente al televisor y observando y haciendo cuentas con el recuento de concejales y escaños, como en los mejores finales frente a la tele en el festival de Eurovisión.
Al final me quedo con lo positivo que según parece se va a dar en esta cita electoral y presumiblemente con más fuerza si cabe en las elecciones generales. Me refiero a la potenciación de la política de pactos y el reforzamiento del consenso como motor de gestión y forma natural de entendimiento entre los partidos políticos. Las mayorías absolutas no son buenas y el fin del bipartidismo abre nuevas vías, nuevos escenarios y nuevas formas en la política y eso siempre es de agradecer.


lunes, 13 de abril de 2015

Reflexionar con...Bob Dylan

 

¿Cuántas veces debe un hombre alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
 
Sí, ¿cuántas orejas debe tener un hombre
Antes de que pueda oír gritar a la gente?
Sí, ¿cuántas muertes serán necesarias hasta que él comprenda
Que ya ha muerto demasiada gente?
 
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
 
¿Cuántos años puede una montaña existir
Antes de que sea arrastrada al mar?
 
Sí, ¿y cuántos años pueden algunas personas existir
Antes de que se les permita ser libres?
Sí, ¿y cuántas veces puede un hombre volver su cabeza,
Fingiendo simplemente que no ve?
 
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
 



martes, 7 de abril de 2015

Síndromes

 

Acaba la semana santa con el síndrome no tan santo del lío mental de unir el final de unos días de asueto donde el sol se mezcla con el uso de la tarjeta con los preludios primaverales de Hacienda a la vuelta de la esquina….y hablando de síndromes veía el pasado fin de de semana la película “el síndrome de Jerusalén” que trata de tal enfermedad donde el que está viviendo o de turista en la ciudad bíblica exterioriza de forma delirante una psicosis que le hace identificarse con alguno de los personajes de la Biblia.
Son muchas las enfermedades psíquicas en forma de síndromes que existen pero algunas destacan por su originalidad como los síndromes de Stendhal ( o de Florencia) y de París. El primero de ellos producido por el estrés que conlleva la reacción ante la belleza artística concentrada en un mismo lugar como es el caso de la ciudad florentina. Sin embargo, en el síndrome de París es casi lo contrario pues resulta del desfase entre la realidad que se encuentra el viajero y las expectativas previas motivadas en gran parte por el cine y que curiosamente se da frecuentemente en el turista nipón.
Aunque, quizás por la cercanía de una nueva cita electoral, el que más me llama la atención es el síndrome Hubris que, si bien no tiene una constancia médica como los anteriores según he leído, si que ha sido documentado por un antiguo ministro británico, David Owen, en 2008 y cuya característica básica sería el exceso de confianza en sí mismo no llegando a reconocer los errores propios y aislándose en la cobertura de su propio poder con el único acompañamiento de gente mediocre que no haga peligrar su estatus de superioridad.
         He estado en Florencia y en París y no he sentido ni de cerca los rigores de estas dolencias a pesar de las excelencias artísticas de Florencia que haga que los ojos permanezcan alerta ante su belleza casi infinita o que Paris encierra un romanticismo que quizás los japoneses no entiendan porque la gran pantalla les ha vendido más de lo que habían comprado. En el caso del síndrome del político sería ilógico que no me vinieran a la mente una hilera de nombres en el binomio espacio – tiempo.
         Sólo otro síndrome podría explicar los resultados electorales que a veces no comprendemos, especialmente cuando recibimos de esa clase política recortes, impuestos y desilusiones: el síndrome de Estocolmo.