lunes, 31 de diciembre de 2018

Feliz año nuevo 2019

Que el 2018 se vaya en silencio con sus sinsabores, dando paso a un 2019 de esperanza y lleno de posibilidades.

Os desafío a ser soñadores; os desafío a ser hacedores y a hacer del mundo un lugar mejor.

   ( Brian Schweitzer )

jueves, 27 de diciembre de 2018

Reflexión de Año Nuevo

“Nuestra recompensa de sobrevivir a las Navidades es el año nuevo, que trae la gran tradición de los propósitos de año nuevo. Es duro resistir la oportunidad de un nuevo comienzo, una oportunidad de dejar los problemas del último año en pasado. ¿Quién puede determinar cuando termina lo viejo y empieza lo nuevo? No es un día del calendario, ni un cumpleaños, ni el año nuevo. Es un suceso, grande o pequeño, algo que nos cambia. Lo ideal, sería que nos diera esperanza para una nueva forma de vivir y ver el mundo. Dejar que se vayan los viejos hábitos, viejos recuerdos… Lo importante es que nunca dejemos de pensar que podemos tener un nuevo comienzo. Pero también es importante recordar que entre toda la mierda hay algunas cosas que realmente vale la pena mantener.”

         ( Serie Anatomía de Grey)

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Poesía: Pedro Salinas


Amsterdam

Esta noche te cruzan       
verdes, rojas, azules, rapidísimas
luces extrañas por los ojos.
¿Será tu alma?       
¿Son luces de tu alma, si te miro?
Letras son, nombres claros
al revés, en tus ojos.       
Son nombres: Universum,
se iluminan, se apagan, con latidos
de luz de corazón. Universum.      
Miro; ya sé; ya leo:
Universum cinema, ocho cilindros,
saldo de blanco junto a las estrellas.       
Te quiero así inocente, toda ajena,
palpitante
en lo que está fuera de ti, tus ojos       
proclamando las vívidas
verdades de colores de la noche.
Las compraremos todas       
cuando se abran las tiendas, ahora mismo
-Universum cinema-, cuando bese      
las luces de tu alma, sí, las luces,
anuncios luminosos de la vida       
en la noche, en tus ojos.

      ( Pedro Salinas )

martes, 25 de diciembre de 2018

Poesía: Jorge Guillén

Paraiso regado

Sacude el agua a la hoja
con un chorro de rumor,
alumbra el verde y lo moja
dentro de un fulgor. ¡Qué olor
a brusca tierra inmediata!
Así me arroja y me ata
lo tan soleadamente
despejado a este retiro
fresquísimo que respiro
con mi Adán más inocente.

 

viernes, 21 de diciembre de 2018

Feliz Navidad 2018

Retazos de Interior les desea una muy Feliz Navidad y que estas fechas sirvan para la reflexión personal y colectiva en un mundo necesitado de pensamiento crítico y sentido común. Felices fiestas

Frases: Richard Lamm

Las Navidades son la época en que los niños le dicen lo que quieren a Santa Claus y los adultos lo pagan. Los déficits son las épocas en que los adultos le dicen al Gobierno lo que quieren y los niños lo pagan.

  

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Poesía: Jorge Guillén

Buenos días

¡Si!
Luz. Renazco.
¡Gracias!
Un silbido
se desliza aguzándose, veloz, hacia la aurora.
¡Buen filo!
Rasgando irá la sombra
que se interpone aún entre el sol y el afán.

Despertar es ganar.
Balcón. ¡Oh realidad!

A través del aire o de un vidrio, sin ornamento,
la realidad propone siempre un sueño.
Canta, gallo jovial,
canta con fe. Te creo.

martes, 18 de diciembre de 2018

Reflexión de Navidad

Es Navidad desde finales de octubre. Las luces se encienden siempre antes, mientras que las personas son cada vez más intermitentes. Yo quiero un diciembre con las luces apagadas y con las personas encendidas. 

      ( Charles Bukowski )

sábado, 15 de diciembre de 2018

Frases: Bill McKibben

No existe la Navidad ideal, solo la Navidad que usted decida crear como reflejo de sus valores, deseos, queridos y tradiciones.

 

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Reflexionar con Benito Pérez Galdós

Extracto del discurso de Benito Pérez Galdós el 9 de diciembre de 1900 en un Homenaje en Madrid

“…Habéis visto que ha
llegado la hora de avivar en nuestras almas el
amor a la patria chica para encender con él, en
llamarada inextinguible, el amor de la grande; habéis
advertido que la preferencia del terruño natal
debe ahora ensanchar sus horizontes, llevándonos
a querer y venerar con mayor entusiasmo
el conjunto de tradiciones, hechos y caracteres,
de glorias y desventuras, de alegrías y tristezas
que constituyen el hogar nacional, tan grande que
sus muros ahumados no caben en la Historia.
Pues bien: aquí, en la intimidad del patriotismo
regional, familiar, casi doméstico, me permito
asegurar, en nombre de todos los que me
escuchan, que en nosotros vive y vivirá siempre
el alma española, y hoy más que nunca es necesario
que así se diga, como remedio reconfortante
del pesimismo y las tristezas enfermizas de la España
de hoy.
Ensanchemos acá y allá nuestros corazones,
tengamos fe en nuestros destinos, y digamos y
declaremos que no se nos arrancará por la fuerza,
como rama frágil y quebradiza, del tronco robusto
a que pertenecemos…”

Puedes ver el discurso completo en el siguiente enlace:

https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/44033

lunes, 10 de diciembre de 2018

Frases: José Antonio Marina

Nos estamos endureciendo y trivializando. Las relaciones humanas necesitan, por ejemplo, tacto, que es una especial sensibilidad para captar una situación y para responder a ella adecuadamente.
    

domingo, 9 de diciembre de 2018

Reflexionar con Mario Benedetti

El otro yo

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

 

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Poesía: Jesús Lizano

Las personas curvas

A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Un cuento de Rasputin

Mi mamá se fue a algún lado

El niño abrió los ojos y vio una mosca que caminaba por el techo. Parpadeó y se quedó mirando adónde iba.

La mosca avanzaba irregularmente hacia la ventana. Correteaba sin detenerse y lo hacía rápidamente.

El niño pensó que iba por un camino trazado y esperó para ver si otra mosca la seguía, porque quería saber si realmente era un camino. Pero no había más moscas. A decir verdad, había, pero no andaban por el techo y el niño pronto perdió el interés por ellas. Se enderezó en la cama y gritó

-¡Mamá, ya desperté!

Nadie le contestó.

-¡Mamá! -llamó-. Soy yo. Ya desperté.

Silencio.

El niño esperó, pero el silencio seguía.

Entonces saltó de la cama y corrió descalzo a la sala de estar. Estaba vacía. Miró primero el sillón, luego la mesa y las repisas con sus filas de libros, pero no había nadie. Todo estaba simplemente en su lugar, ocupando un espacio.

El niño corrió precipitadamente a la cocina, después al cuarto de baño. Nadie estaba escondido ahí tampoco.

-¡Mamá! -gritó el niño.

Su grito se hundió en el silencio que inmediatamente se hizo más denso. El niño, desconcertado, corrió de nuevo a su habitación; las huellas de sus talones y de sus dedos desnudos se marcaban sobre el suelo pintado y, al enfriarse, se esfumaban y desaparecían.

-Mamá -dijo el niño con la mayor tranquilidad que pudo-, desperté y tú no estás.

Silencio.

-¿No estás, verdad? -preguntó.

Su rostro se contrajo mientras esperaba la respuesta; se volvió hacia todos lados, pero la respuesta no llegaba y el niño rompió a llorar.

Entre lágrimas, caminó hasta la puerta y empezó a tirar de ella. La puerta no cedía. Entonces la golpeó con la palma de la mano, luego la empujó con el pie desnudo, lastimándose, y su llanto creció con más fuerza.

Estaba de pie, en medio de la habitación y sus tibias y grandes lágrimas le rodaban por la cara y caían al suelo. Después, sin dejar de llorar, se sentó.

Todo a su alrededor permanecía en silencio.

Sentía que de pronto, a sus espaldas, se oirían pasos, pero nada sucedía y no podía recuperar la calma.

Permaneció así largo tiempo. ¿Cuánto? No lo sabía.

Finalmente se tumbó en el suelo y se puso a llorar. Estaba tan cansado que ya no se sentía a sí mismo y ni siquiera se daba cuenta de que estaba llorando. Su llanto era tan natural como su respiración y ya no estaba bajo su control. Al contrario, era más fuerte que él.

De repente, al niño le pareció que alguien estaba en la habitación.

De un salto se levantó y empezó a mirar a su alrededor. La sensación que lo había hecho ponerse de pie no cesaba y el niño corrió a la otra habitación, después a la cocina y al cuarto de baño. No había nadie.

Sollozando, regresó y se tapó los ojos con las manos. Lentamente empezó a retirárselas de los ojos y una vez más miró a su alrededor. Nada había cambiado en la habitación. El sillón estaba vacío, la mesa estaba sola, los libros aguardaban como siempre en las repisas, pero sus lomos de diferentes colores miraban tristemente y como a ciegas. El niño se quedó pensativo:

-No lloraré más -se dijo-. Mi mamá no tardará. Seré un buen niño.

Se fue a la cama y se enjugó el rostro lloroso con la colcha. Después, sin apresurarse, como si anduviera de paseo, recorrió el apartamento, examinando cosa por cosa. Una idea luminosa cruzó por su mente.

-Mamá-dijo a media voz-, quiero hacer pipí…

No era cierto, pero sabía que si su mamá estaba en la casa sólo así la haría acudir inmediatamente.

-Mamá- repitió.

Pero mamá no estaba en casa. Ahora lo había entendido definitivamente.

Tenía que hacer algo. “Me pondré a jugar. Mamá tiene que venir” -decidió-. Se fue al rincón en donde estaban todos sus juguetes y eligió la liebre. Era su preferida. Se le había caído una pata y, varias veces, papá le había prometido pegársela, pero él de ningún modo había consentido. Volver a tenerla con sus dos patas sería aceptar que ya no la quería porque se había quedado con una sola y la otra, además, andaba por ahí, en alguna parte y vivía ahora su propia vida.

-Juguemos, liebrecita -propuso el niño.

La liebre asintió en silencio.

-Tú estás enferma. Te duele una patita y ahora yo te voy a curar.

El niño acostó a la liebre en la cama, tomó un clavo y hundiéndolo en el vientre de la liebre, le inyectó.

La liebre estaba ya acostumbrada a las inyecciones y jamás se quejaba.

Como si hubiera recordado algo, el niño se puso pensativo. Después se alejó de la cama y miró hacia la sala. Todo estaba igual, y el silencio, como antes, se balanceaba de un rincón a otro en la habitación.

El niño suspiró, regresó a la cama y miró a la liebre. Estaba recostada tranquilamente sobre una almohada.

-No, así no -dijo el niño-. Ahora yo seré la liebre y tú el niño pequeño. Tú me curarás a mí.

Sentó la liebre en una silla y se acostó en la cama. Encogió una pierna y empezó a gemir.

Sentada en la silla, la liebre lo miraba sorprendida con sus grandes ojos azules.

-Yo soy la liebre, me duele una pierna -le explicó el niño.

La liebre callaba.

-Liebre -le preguntó él enseguida-, ¿adónde se fue mamá?

La liebre no contestó.

-No te duermas. Escucha, dilo: ¿Adónde se fue mamá? -demandó el niño y tomó a la liebre de un brazo. La liebre seguía callada.

El niño había olvidado que era él quien contestaba siempre por la liebre y que enseguida representaba el papel de los dos, y ahora, en serio, le exigía una respuesta. Había olvidado que la liebre era sólo un juguete como los otros, como sus cubos que se colocaban uno junto al otro sólo si alguien los ponía, como sus coches que caminaban sólo si alguien los movía, como sus animalitos de peluche que rugían y conversaban sólo si alguien rugía y contestaba por ellos.

Se había olvidado de todo.

-Habla, habla -exigía.

Y la liebre seguía callada.

El niño la arrojó al suelo, saltó de la cama y se fue sobre ella dándole de puntapiés.

La liebre rodaba por el suelo dando saltos y volteretas y el niño rodaba también, saltaba y daba vueltas alrededor de la liebre, repitiendo sin parar “habla, habla, habla.” Pero la liebre ni contestaba ni podía tampoco librarse de él porque sólo tenía una pata. De repente, el niño lo comprendió. Se detuvo y se quedó mirando cómo la liebre, apretando su cara contra el suelo, lloraba en silencio. Oyó su llanto. Se inclinó sobre la liebre y perplejo exclamó con todo el peso de su culpa:

-Mamá se fue a algún lado.

Y, en ese momento, al niño le pareció que alguien subía por la escalera.

  ( Valentin Grigorievch Rasputin )