miércoles, 23 de julio de 2014

Feliz verano

 
 

Julio se va despidiendo en estos días con intervalos de nubes y finas lluvias y un sol que no llega a ser sofocante. Es el momento de tomarnos un descanso en el blog Retazos de Interior que ha supuesto para mí un reposo en la rutina diaria.
El verano está presente y agosto, mes vacacional por antonomasia, será de descanso para la mayoría de ustedes, así que me despido de tod@s hasta septiembre esperando que puedan disfrutar de buena compañía y de un tiempo apacible donde quiera que estén.
El Facebook de Retazos de Interior seguirá al ralentí con noticias que pudieran ser de interés y, en lo posible, en mi cuenta de twitter @aurelioramas.
Un abrazo y feliz verano.


domingo, 20 de julio de 2014

Relato: La bruja

 

Eran tiempos de supuestos bosques encantados donde se cobijaban las peores esencias del ser humano; un mundo de hombres donde la sangre era moneda de cambio habitual. La mujer debía ser sumisa, con un papel pasivo ante el predominio masculino en un Medievo convulso.
         El hombre se adueñó del poder político, eclesiástico y económico creyendo que con ello instauraba su poder omnipresente pero no contó con que ese poder se vería amenazado por las propias luchas cruentas por ese mismo poder y por el creciente conocimiento de la mujer y, por tanto, fuerza efectiva de influencia en la vida diaria a través de aquellas tareas a las que fue relegada que le hicieron ser fuentes vivas de sabiduría en la medicina, la botánica, la cocina, la sexualidad y otras artes.
         El hombre, o lo que es lo mismo, el poder dominante a través de la Iglesia como organización más beligerante ejerció una fuerte presión sobre las féminas más relevantes en busca de conservar una hegemonía que veía amenazada y bajo el concepto de brujas señaló a muchas de ellas para ser castigadas de acuerdo a los procedimientos violentos de la época.
         Entre ellas, estaba Yuga, una mujer cuyo hogar estaba en los límites de la ciudad con el bosque que la rodeaba y donde ejercía el noble oficio de recolectar hierbas medicinales como habían hecho antepasados de varias generaciones antes. Era famosa en el pueblo por su saber sobre toda clase de dolencias que eran sanadas tras la ingesta de algún mejunje preparado por sus expertas manos. Además, no era extraño que ayudara en algún parto que se complicaba, lo que era bastante frecuente.
         Vivía sola, despertando en el entorno eclesial dudas sobre su correcta actitud sexual. No se le conocía varón aunque se decía que una vez fue madre y que su hijo fue víctima de la última epidemia de peste.
En cualquier caso, pese a las habladurías, moraba alejada del resto de la gente. Además de aquellos que se acercaban buscando alivio a alguna dolencia, solo hablaba ocasionalmente en largas tardes que buscaban la noche con un mercader que venía por el pueblo cada cierto tiempo para comprar y vender en el mercado.
         Los días transcurrían plácidos en su universo idílico cuando en una noche de oscura luna antorchas humeantes rompían el negro y hombres del Clero derribaban la débil puerta de la choza para apresarla y trasladarla hacia el centro de la ciudadela donde los primeros corros de la madrugada ya estaban presentes alertados por el rumor de un juicio sumarísimo a una bruja.
         Yuga fue encadenada en un poste en torno al cual se acumulaba hojas secas y troncos que esperaban una chispa para prender. La espera del juez sirvió a los que estaban para tirar a la presa restos de comida, escupitajos e insultos. Pudo ver con los ojos entreabiertos a algunos de aquellos a los que había sanado y a mujeres a las que había ayudado en el venir o no a ese mundo que ahora se le antojaba cruel.
         Las nubes grisáceas a lo lejos presagiaban lluvias que ahora mismo no tenían prisa cuando el día se hizo presente, dando paso a la comitiva que iba a empezar un ritual de todos conocidos y que igualmente todos conocían el final. Yuga negó, hasta por tres veces, el delito de brujería del que se la acusaba, pero no bastó para evitar la pena de morir en la hoguera que se postraba ante ella.
         Era el fin. No había posibilidad de salvación así que no podía más que rendirse ante la evidencia de una muerte lenta. Vio avanzar al verdugo ante sí con una tea encendida que dejó caer a sus pies prendiendo en la sequedad del ramaje. Al rato, el fuego ya alcanzaba la carne y se escuchó el grito atronador del dolor en el silencio de la muchedumbre mientras una tímida lluvia empezaba a refrescar el día.
         Las llamas eran cada vez más intensas y los gritos de rea y gente se mezclaban cuando la lluvia se hizo notar con fuerza haciendo correr a todos en busca de refugio y dejando a Yuga a la suerte del fuego. Sólo el silencio y la lluvia permanecían en la plaza.
         En medio del aguacero una carreta cruzaba los muros con el clásico traqueteo de las ruedas por las calles empedradas y paró ante una pira que el agua del cielo había apagado casi por completo dejando a la vista un cuerpo humeante que yacía inmóvil. Fijó su vista, asombrado todavía de la crueldad humana y entonces ahogó un grito. Reconocía el collar que colgaba de un cuello negro y rojizo. Lo había traído de lejos en uno de sus viajes y se lo había regalado a la mujer que vivía en el bosque.
         Con sus botas pudo abrirse paso entre aquel follaje de madera en que el fuego todavía trataba de asirse para cortar las cuerdas que ataban el cuerpo y llevarlo a zona segura. Toco su cara y pudo notar una leve brisa de sus labios…todavía estaba viva. _Yuga_ la llamó. Unos ojos entreabiertos le miraron y entonces con un hilillo de voz pronunció aquellas palabras que le acompañarían toda su vida – Tienes que matarme.
         Sabía que el dolor era intenso y que la lluvia no había dejado que el fuego hiciera del todo su trabajo pero matar a su amiga era trágico y pensar en ello le dolía el alma. La miró de nuevo y esta vez fueron sus ojos semicerrados los que hablaron.
         No dudó, mientras la lluvia solapaba las lágrimas de su rostro. El amor es cruel a veces, pensó. Cogió el cuchillo de su cinto y abrazándola con cuidado lo clavó lentamente en su cuerpo dejando que la vida se escapara despacio y sellando con un beso un último suspiro.


lunes, 14 de julio de 2014

Reflexionar con...Hermann Hesse

 

La fábula de los ciegos
 
Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dio el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esta manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.
Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.
Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.
Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.


miércoles, 9 de julio de 2014

Pan y mantequilla

 

Escuchaba en la radio la canción “Pan y mantequilla” del grupo canario Efecto Pasillo cuando me vino a la mente esas meriendas de la infancia con esos dos elementos básicos de la gastronomía infantil de la época.  Era la comida por excelencia para la tarde, al menos para mí y los amigos de mi entorno. Todos recordarán el famoso anuncio televisivo de Tulipán.
Luego vendrían lujos para el tentempié de media tarde como el bollycao como precursor de la extensa bollería industrial actual, la mortadela con aceituna que ampliaba los horizontes del sabor o experimentos como el relleno de leche condensada mediante un agujero practicado en uno de los bordes del pan.
El pan y mantequilla quedó atrás en las nuevas generaciones que veían como el abanico de posibilidades se iba ampliando en unas merendolas de escándalo que aunque fueras creciendo seguías haciendo pero con mejores viandas. La mantequilla era algo pobre para condimentar un pan que pedía mejores exquisiteces.
Ahora que la crisis ha golpeado de lleno muchos hogares y que la apertura de los comedores escolares en verano es una necesidad, pese a la miopía de nuestros gobernantes, el pan y mantequilla de aquellos años se antoja, si no un lujo, una merienda digna para muchos niños cuyas familias atraviesan momentos complicados.
            El estado del bienestar puede fallar en muchos de los derechos adquiridos a lo largo de mucho tiempo y podremos debatir sobre ello pero, en ningún caso, los recortes al mismo pueden afectar a algo primordial como es la alimentación básica de los ciudadanos. Es una simple cuestión de supervivencia porque el estómago no entiende de ideologías.

viernes, 4 de julio de 2014

Video / Reflexión

La vida está llena de decisiones complejas y, en ocasiones, una decisión es la correcta aún sabiendo de antemano que vamos a provocar dolor en otras personas e incluso en nosotros mismos. En este video que he encontrado en youtube (al margen de la moraleja religiosa del final que no comparto ) se llega al extremo de esta situación y me he preguntado varias veces ¿ Qué hubiera hecho yo ?. Todavía no he conseguido hallar la respuesta