viernes, 11 de abril de 2014

Reflexionar con...José Luis Aranguren

 

Artículo de José Luis Aranguren
Publicado en El País, 17 de junio 1985
 
En estos tiempos de predominio, social y personal, de la comunicación audiovisual, parecería natural pensar que la lectura se ha quedado en comunicación pobre, (como de imprenta), libresca. ¿Es así? Importa poner de relieve que no. Y veamos por qué. Para empezar por lo social e histórico, la lectura, aunque ya no nos lo parezca así a los largamente habituados a ella, es siempre una interpretación de signos, es un ejercicio de desciframiento. Ver es un acto natural (o por lo menos, nos lo parece, digamos que es relativamente natural). Leer es un acto cultural.
 
La cultura en tanto que histórica empieza a partir de de documentos escritos: lo anterior es prehistoria. Si desde el fondo de los siglos podemos escuchar unas palabras y saber lo que pensaban nuestros lejanos antecesores, no es ciertamente porque oigamos sus voces, sino porque podemos leer lo que ellos pensaron y escribieron.
      Casi todo lo que hemos aprendido de los muchos hombres que nos precedieron y que nunca vimos lo hemos aprendido leyendo sus escritos. Cultura no es sólo escritura y lectura, pero es, sobre todo, escritura y lectura.
 
La importancia personal de la lectura apenas es menor que la social. Con mis contemporáneos me puedo comunicar oralmente, pero necesito conocer su lengua. Ahora bien, la lengua hablada no es plenamente poseída si no se la sabe escribir y leer. Más aún: lo que nos decimos verbalmente unos y otros pertenece, por lo general, a la vida cotidiana, y no nos saca de ella, no amplía nuestro horizonte intelectual y vital.
 
Se dirá que esta ampliación, más allá de la cotidianidad, nos la da el teatro y, ahora, el cine y la televisión. Pero me pregunto: ¿es lo mismo ver una telenovela o un filme que leer una novela? La lectura demanda nuestra colaboración, somos nosotros mismos quienes tenemos que imaginar lo que el libro dice, verlo imaginariamente. La lectura es un acto creativo por el cual nos convertimos en los escenaristas, decoradores, montadores de la obra en nuestro teatro interior, el de la imaginación.
 
La lectura nos fuerza a la representación de lo leído. Y de ahí que la novela que, por haberla leído ya, llevamos con nosotros representada, es frecuente que nos decepcione cuando la vemos llevada al cine. ¿Por qué? Porque allí está vista y presentada con otros ojos, no con los nuestros; porque nosotros no la imaginábamos así. En suma, porque ya no es tan nuestra como lo era representada en nuestra imaginación.
          Sí, toda lectura es re-creadora o co-creadora, un acto de creación. (Probablemente, como insinuaba al principio, también entre paréntesis, toda audición y visión son, asimismo, re-creadoras, pero en menor grado: la distancia entre lo oído o lo visto y nuestra percepción es muchísimo menor que la existente entre la crítica literaria actual, consciente de la unidad -y la variedad- de la estructura libro-lector.) Sí, queridos lectores; lo que vosotros hacéis es, también, una tarea creativa.

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