jueves, 8 de junio de 2017

Poesía: Adam Zagajewski

Cómo terminan los payasos

Un viejo payaso reparte folletos en la estación, anuncian

un circo ambulante. Sin duda, es así como terminan

los payasos: sustituyendo una máquina (o a un niño).

Lo observo atento: quiero saber cómo terminan los payasos.

Entre la melancolía y la salvaje risa contagiosa

desaparece lentamente el equilibrio lleno de encanto;

año tras año el surco de las mejillas es más profundo,

y al final queda la desesperanza de una nariz demasiado grande

y movimientos torpes de anciano, ya no son una parodia

de los saludables e irreflexivos, son un panfleto que culpa

la imperfecta constitución del cuerpo, el error

del arquitecto. Queda la luz de la ancha frente, la lámpara

de una tez demasiado blanca (ahora sin polvos), unos labios

finos y unos ojos por los que mira ya un extraño, se asoma

con frialdad alguien que podría ser el futuro inquilino del rostro

(si se consiguiese prorrogar el alquiler de esta tristeza).

Es así como terminan los payasos, cuando se adentra en nosotros

la gran indiferencia del mundo, amargamente, como plomo en la boca.

   

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