jueves, 17 de noviembre de 2011

Crisis



Llueve , fiel a la tradición, por las fiestas de San Gregorio, en Telde.  Se agradece el repiqueo de las gotas de agua contra mi ventana mientras un libro y una taza de café son mi mejor compañía junto al ordenador. Hacía falta ya esta agua que renueva el aire, que limpia la resaca de un verano que se resistía a marcharse, que refresca la mente para acariciar ideas nuevas… otra cosa es que persista y no amanezca mañana un día de calor porque el tiempo está como la vida misma: en crisis permanente.
Vivimos una época de desconcierto. La economía nos muestra la otra cara del capitalismo que durante bastante tiempo nos enseñó su mejor carta de presentación avalada por el lujo y el glamour de la buena vida, pero que tenía y tiene una doble faz que desconocíamos y ello nos provoca, como consecuencia, crisis en nuestros pequeños mundos donde el miedo se apodera de nosotros en la contención del consumo o en el ahorro desmesurado, o bien en verdaderos dramas personales y familiares producto de la bonanza de otros tiempos cercanos.
La política y los mercados financieros están en una pugna, donde la moneda de cambio y los peones de este juego son los estados y los ciudadanos que luchan de forma desigual contra un enemigo mayor y muchas veces invisible. La política y sus líderes no tienen una buena prensa en estos tiempos, tanto por los errores cometidos como por el temor a posibles decisiones futuras que resquebrajen el estado del bienestar que durante muchos años se ha ido cimentando para beneficio de la ciudadanía.
Ayer, en un debate político entre amigos, salía una cuestión en la telaraña de la discusión, relativa a la garantía que podía ofrecer cualquiera de las dos principales fuerzas políticas con posibilidad de gobernar en la consecución de sus programas electorales, en tanto en cuanto observamos como desde el seno de la Europa fuerte, comandada por Alemania ,o bien desde Estados Unidos o los mercados financieros en su conjunto, se influye en estados como Italia o Grecia en el cambio de sus gobiernos. En el supuesto de que esta situación se agravara en un tiempo futuro nos encontraríamos ante una grave crisis de libertad de los pueblos donde el voto quedaría desfigurado y donde los programas electorales podrían ser caducos al día siguiente de un proceso electoral.
Decía el insigne Einstein que “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”, y puede que tuviera razón porque desde el conocimiento, los teóricos de la economía mundial no supieron prever ni conocer el camino certero que dé salida a esta anómala situación. La teoría no hace suya la práctica en el camino, por lo que se impone la imaginación para ideas osadas que puedan ayudar en pleno contacto con la realidad y seguramente con las ideas de siempre y el atrevimiento de nuevas propuestas podamos en un tiempo prudencial mirar al pasado y aprender de nuestros errores.
Queda claro, a estas alturas, que la sociedad venidera va a dejar atrás ideas obsoletas provocando a medio plazo cambios estructurales en el contexto de la economía y de la política.



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