lunes, 2 de enero de 2012

Autoanálisis




En este año que comienza me he dado cuenta que cuando analizamos las actuaciones de los demás y les juzgamos, lo que estamos haciendo es someternos nosotros mismos a nuestro propio análisis. Los demás son simples instrumentos inconscientes donde reflejamos o proyectamos nuestra visión de la vida y la forma de vivirla.
Me explico. Cuando juzgamos a una persona por un determinado hecho, bien sea por acción o por omisión, lo que estamos haciendo es valorarlo en función de cómo hubiéramos actuado nosotros en las mismas circunstancias y, por supuesto, olvidando un aspecto esencial como las diferencias existentes entra cada persona: personalidad, escala de valores, tabla de prioridades, etc que hacen que el bien y el mal, en términos generales, sean subjetivos en función de los individuos.
La conclusión parece sencilla y no por ello menos difícil. Actúo como creo que debo actuar y los demás actuarán como crean que deban actuar. Si me gusta o no su actuación, es un problema mío y tendré, por tanto, que resolverlo yo quedando el comentario a la otra persona del hecho como una opción, pero nunca como un juicio.
Partimos muchas veces de premisas que creemos ciertas e inamovibles por estar bajo nuestro prisma, sin dar lugar a la posibilidad cierta de que una premisa errónea nos dará una lectura final también errónea.


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