lunes, 1 de junio de 2020

Reflexión

Hablaba Pérez Reverte, en su columna dominical de XL Semanal, de "esa minoría que es incapaz, cuando tiene una ideología determinada, de ver nada negativo en la propia, ni nada positivo en la del adversario" y recordaba entonces algunas conversaciones entre amigos hablando de lo difícil que es en esta España de eterna confrontación salir de nuestros pequeños mundos.

Si yo tengo unas determinadas ideas y pongo en valor sólo una del contrario ya me estoy arriesgando a que me llamen facha o rojo, según el bando. Y, si por el contrario, planteo algún error entre los míos puedo estar escorándome de ideología o no salir en la foto, dependiendo de lo cerca que esté del poder. En el primer caso, los de la ideología contraria a la mía aprovecharán la coyuntura para afianzar esa idea mezclada con todas las suyas sin valorarla al margen del todo y en el segundo caso ver un error en la mía le dará al contrario el resquicio para atacar la totalidad de mi argumentario. Y viceversa.

El radicalismo y el cerco mental, tan poco proclive al diálogo sincero que busca el entendimiento y el encuentro, no hacen posible que separemos una simple idea del todo. No somos capaces en nuestras pequeñeces heredadas de años de historia de tareas tan simples y tan valiosas para la convivencia. 

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