domingo, 16 de octubre de 2011

La espera

         Separados por apenas diez metros, ambos grupos se miraban unos a otros desde la corta distancia. Eran dos hileras de personas, dispuestas en formación de embestida, para iniciar el paso a la mínima señal que proclamara el inicio del movimiento; mientras tanto, permanecían estáticos, silenciosos dentro del bullicio y alertas, con la mirada al frente y en el recorrido de esa mirada se tropezaban con las otras miradas, las que venían de la otra hilera humana que con iguales intenciones aguardaban la misma señal que se hacía esperar en una sucesión interminable de minutos.

         Era una cruenta guerra de miradas, de signos descifrables por todos, de ojos que miran en ángulos de ciento ochenta grados analizando todo alrededor. Algunos, por el calor de la espera, se remangaban la camisa con aires violentos para el contexto, mientras los menos intentaban relajar la situación mirando hacia el infinito como buscando dudas existenciales en esos momentos cruciales.

Todos en silencio: caras recias, músculos en tensión, pensamientos dispersos, miradas fugaces. Un cúmulo de sensaciones a ambos lados de la trinchera urbana, separados por las líneas blancas que delimitan dos espacios de poder diferenciados.


            Y en esa tesitura se hizo la luz…y emergió el verde luminoso del semáforo.


            

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